En el País de Whomba los dioses sirven a los hombres, a cambio de que estos crean en ellos. Cada semana conoceremos un poco más de este mundo y aquellos que se encargan de mediar entre los habitantes de Whomba y los dioses, los encargados de llevar a cabo el “Intercambio Celestial de Whomba”. El autor edita la bitácora Casiopea. Las ilustraciones son de Mario Trigo.
Cuento vigésimo noveno: "La segunda edad de Gulf"
Guillermo Zapata y Mario Trigo
| 9 octubre 2010
Nadie se preocupa de los principios. Al principio todo es incierto y ni siquiera se percibe como el inicio de algo, sino generalmente como el final de otra cosa, a veces ni siquiera eso. Nadie sabe lo que pasa cuando los ciclos de luna avanzan. Solo los necios se colocan en el centro de la historia.
Por eso la historia de Gulf está enterrada. Porque nadie sabía, cuando Celis, Morg y Brutha lanzaron su llamada, lo que pasaría después. Nadie podía inmortalizar un acto que era menos que un balbuceo, un desvío en la historia de Whomba. Nadie podía saberlo y por eso nadie lo contó entonces… Pero hoy podemos contarlo, gracias a Whorde y a otros como él. Gracias a los textos desenterrados, las canciones escuchadas, la palabra contada, copiada, transformada.
La memoria de Gulf.
“Vosotros no lo sabéis porque nadie os lo ha contado, pero en las montañas de Gulf hemos nacido de nuevo. Vosotros no lo sabéis porque sois testigos de una historia de mentiras. No hemos venido a revelaros una verdad olvidada y desconocida, hemos venido a deciros que la magia está creciendo en las montañas de Gulf. Que este lugar sin dueño es ahora hogar para la magia, que lo reclamamos para que pueda crecer.
Esta llamada es una pregunta, es una prueba. Sabemos que algo nos pasa, sabemos que después de superar los límites de una pasión anteriormente gobernada (sea el odio, el amor, la risa, la pena) nacen en nuestro interior una energía y unas capacidades anteriormente desconocidas. Sabemos también que quienes hoy habitamos las montañas de Gulf no somos especiales, somos el resultado de procesos invisibles comunes a todos los lugares de Whomba. La magia no es Gulf, no tiene dueño. Pero es una potencia que no puede ser proscrita.
Por eso Gulf se propone solo como un lugar para la magia. Un lugar para desarrollar esa potencia. Para hacerla crecer”.
Primera Carta de la llamada “Segunda Edad de Gulf”
“Llegué a Gulf por la mañana, tras varios días de viaje. Escondido, temeroso. Preguntándome aún si venía a buscar algo o simplemente escapar de mi familia y mi fututo. No le había contado a nadie de lo que había dado en llamar “mi poder”. Me daba miedo incluso convocarlo. A veces escapaba de mi control, sobre todo cuando me podía la vergüenza, lo cual sucedía a menudo.
No sabía lo que me iba a encontrar y lo que encontré superaba mis más preciados sueños. Crucé la que luego fue llamada “primera empalizada” y que en ese momento ya estaba prácticamente construida en madera y pintada con los colores de lo que luego serían las banderas de Gulf. Pensaba encontrarme solo y allí éramos cientos.
Estaban los que construían las primeras casas y los que preparaban las empalizadas, quienes orientaban (así lo llamamos) las aguas cercanas y quienes les explicaban a los recién llegados lo que estaba sucediendo. Había niños y jóvenes, bastantes mujeres. Muy poco ancianos.
Y estaba Morg. Fue el primero de los tres a quien vi. Erguido sobre una montaña, pensativo y ausente. Extraño, quizás, entre todos esos humanos magos que le miraban con miedo al principio y con respeto después.
Tardé casi dos semanas en conocer a Brutha, ahora me resulta casi imposible no haberla visto en su momento, pero el frenesí de la actividad de los primeros días era tal que los días parecían tener más horas. Incluso el cansancio era placentero. Por otro lado, la primera vez que vi a Brutha lo que hizo fue gritarme”.
Diario personal de Thogos de Malparte
“Ante los rumores que recorren Whomba en forma de cartas, llamadas de los gobernadores de las ciudades y balbuceos de los dioses en los oídos de los hombres, el consejo de Gulf tiene que manifestar:
1.- Que las tierras de Gulf son libres de experimentar la magia, pues no existe prohibición alguna en Whomba para su práctica. Esto es así porque la magia no existía hasta que nosotros dijimos que así era, ¿verdad?
2.- Que el territorio que forma Gulf tiene sus fronteras perfectamente definidas y se corresponde con el territorio que el dios Merher (dios de la muerte) recibió hace hoy varios cientos de ciclos de luna. En ese tiempo el dios ha desatendido sus funciones y, hasta la fecha, no ha reclamado el terreno que habitamos. Los dioses, en cualquier caso, no son los dueños del territorio ni de los habitantes de Whomba. Existen en la medida en que les guardamos devoción y respeto, pero no son, ni pueden ser, nuestros amos y señores.
3.- En todos nuestros llamamientos anteriores no hemos mencionado ni una sola vez a los dioses menores ni mayores. Quien dice que nuestro objetivo es la destrucción de los mismos, simple y llanamente miente. Insistimos en que nuestro único objetivo es el desarrollo de la magia en Gulf y posteriormente en todo Whomba.
4.- A quienes lanzan acusaciones que relacionan nuestras prácticas mágicas con “las antiguas prácticas de los malditos” les recordamos que no sabemos quiénes eran esos señores. Que no tenemos idea de a qué se refieren con la caída de Nasder y que, por definición, uno no puede recordar lo que jamás ha sucedido.
Ahora si nos disculpan, tenemos mucho que hacer.
Atentamente: Consejo de Gulf.”
“Carta a los Gobernadores de Whomba”
“
WHORDE: ¿Cómo fue tu primer contacto con Thogos?
BRUTHA: Si mi memoria no me falla, creo que lo primero que hice fue gritarle (
RISAS) Me… En realidad no fue culpa suya, sino de Celis. Ella le había visto y había hablado con él y… Celis siempre tenía la capacidad de, no sé, de leer a las personas. El caso es que supo que Thogos sería bueno para su “proyecto personal”.
WHORDE: ¿Te refieres al concilio de conocimiento universal?
BRUTHA: Si, pero entonces no lo llamaba así. No lo llamaba de ninguna manera, de hecho, no se lo dijo a nadie. Se limitó a coger una de las casas que habíamos construido y mandar allí al pobre Thogos a preparar el laboratorio de investigación. Yo me enteré y… digamos que con Celis era difícil discutir. (
RISAS)
WHORDE: ¿Por qué Celis quería poner en marcha el concilio?
BRUTHA: Su argumento era bueno. Decía que si no entendíamos cómo funcionaba la magia, terminaríamos siendo tan esclavos de ella como de los dioses.
WHORDE: ¿Te importaría que te preguntara por Morg?
BRUTHA: No, por supuesto que no.
WHORDE: Él no estaba de acuerdo con Celis, ¿verdad?
(
PAUSA)
BRUTHA: Él… no es que no estuviera de acuerdo con ella, pero creía que si explicábamos la magia iba a… perder su fascinación y convertirse en algo técnico, como el uso de una espada o… no sé. Que perdería encanto y que necesitábamos ese encanto y ese misterio.
WHORDE: Debía ser interesante verlos discutir a los dos…
BRUTHA: No discutían mucho. No tenían paciencia… (
RISAS) No, Celis zanjó la discusión bastante rápido. Dijo que nada que pudiéramos descubrir iba a resolver todos los enigmas y que, en cualquier caso, el misterio seguiría siendo igual de grande, porque si no habríamos perdido la curiosidad. ¡Pero en realidad ella quería demostrar otra cosa!
WHORDE: ¿El qué?
BRUTHA: Cuando empecé a gritarle a Thogos ella apareció y me dijo que qué estaba haciendo. Le expliqué que no podíamos hacer lo que nos diera la gana y me respondió que por qué no. Le dije que… bueno, que eso traería problemas…
WHORDE: Ella quería que os organizarais…
BRUTHA: Claro, pero nunca decía las cosas tal cual. Iba por su propio camino y cuando ibas a meterla en vereda te decía que sin normas para todos ella pensaba hacer lo que le diera la gana.
WHORDE: ¿Así nació el consejo?
BRUTHA: Me gustaría decir que sí, pero lamentablemente se impuso la necesidad de organizarnos y decidir juntos cuando empezaron los ataques…
Conversaciones al final de un ciclo. Edit. Craxos
“Las primeras reuniones del consejo reunían a toda la gente que había en Gulf. Duraban horas y la mayor parte del tiempo la conversación era circular. La palabra iba y venía y no había manera de llevarla a ninguna parte. Morg decía que no le teníamos respeto a la palabra y fue él quien nos enseñó a, como él decía, “domarla”. Todo el mundo respetaba mucho a Morg.
Celis era la más propositiva, a veces se atropellaba al hablar, otras era contundente y directa. Te miraba fijamente a los ojos y sentías cómo te atravesaba. La gente decía que estaba loca, pero yo creía y sigo creyendo que era brillante.
Ojala hubiéramos tenido tiempo para que el consejo se desarrollara más, pero en seguida nos dimos cuenta de que los dioses, simplemente, no iban a permitir nuestra existencia.”
Diario personal de Thogos de Malparte