Pequeño LdN


Yuyu, por John Tones y Guillermo Mogorrón

Las historias de yuyu son las historias que se cuentan, en penumbra y en voz baja. Son historias que no tienen explicación, que no quieren tener explicación o que nunca antes han sido explicadas. Y ahora, en el Pequeño LdN, cada quince días, tendrás fantasmas, invasiones, sucesos extraños y maldiciones sin explicación. Prepárate para tu ración de Yuyu.
El autor de estos cuentos es escritor y músico de rock, y entre otras cosas hace la página FocoBlog. Guillermo, el encargado de ilustrarlas, tiene un blog de dibujos.

Inventa tu propio cuento de terror (1)

John Tones y Guillermo Mogorrón | 2 octubre 2010



Quienes hacemos Yuyu sabemos que os gusta porque, sencillamente, os gustan las mismas cosas que a nosotros: los monstruos, la oscuridad, las situaciones extrañas, pasar miedo. Y sobre todo, os gustan porque sabéis que no son reales, que todo ha salido de nuestra cabeza: del teclado del ordenador de John Tones y de los pinceles de Guillermo Mogorrón.

Mientras pensábamos en esto, los autores de Yuyu nos dimos cuenta de que quizás había algo más en lo que coincidíamos nosotros y vosotros. A todos nos gusta una buena historia de miedo. Leerla… e imaginarla. Así que lo que haremos algunas semanas en Yuyu es contar nuestros secretos, cómo hacemos que Yuyu sea un lugar escalofriante. Así, podréis imaginar y contar vuestras propias historias de miedo. Y quién sabe, quizás algún día os podáis vengar de todo el miedo que os hemos hecho pasar pagándonos con nuestra misma moneda y haciéndonos temblar con una buena historia de terror.

Así que atentos, futuros creadores de monstruos. Estos son las reglas para imaginar una buena historia de miedo.

LECCIÓN UNO: NO TODO SON MONSTRUOS.
Pensad en vuestra historia de miedo (o en la que salga un monstruo) favorita. Un cuento, una película, algo que os hayan contado y os haya inquietado… incluso alguna de nuestras historias de Yuyu. Pensad en qué os da miedo de esa historia. El monstruo, ¿verdad? Sea como sea ese monstruo: una criatura gigante de enormes colmillos y garras afiladas, un fantasma que vive en una mansión desde hace siglos, un niño que no sabe cómo morir. De los monstruos ya hablaremos otro día, pero ya imagináis que hay que cuidarlos: pensar en qué les mueve, en cómo han llegado a convertirse en monstruos. Pero ojo: a quien tampoco podéis descuidar nunca, nunca, es a la gente normal. A la chica que huye del monstruo peludo, al niño que entra en la vieja mansión, a la mejor amiga de ese niño que no sabe cómo morir.

¿Sabéis por qué? Porque la persona que esté escuchando o leyendo vuestra historia de miedo se va a interesar por esos personajes normales. Sufrirá cuando esa chica sea perseguida por el monstruo, se morderá las uñas cuando el fantasma merodee cerca de la cama del joven explorador y gritará cuando el niño no-muerto entre en la habitación de su amiga. Esos personajes normales sirven para que la persona que está recibiendo tu historia de terror (por escrito o porque se la estás contando) se sienta dentro de la historia. Sin personajes normales, los monstruos no podrían dar miedo porque… no tienen a quién asustar.

Ahora piensa de nuevo en esa historia de terror que te gusta: ¿a que siempre hay alguien normal, alguien parecido a ti o parecido a gente que hay cerca de ti, que se acerca al monstruo, que es perseguido por él o que pasa miedo? Eso se llama la identificación del lector con los personajes, y es muy importante.

Para que lo compruebes, tenemos una pequeñísima historia de terror. Fíjate en el protagonista, Es una historia que, a pesar de tener un personaje que da miedo, está protagonizado por alguien que podrías ser tú. Identifica las cosas que hace este chico y que se parecen a lo que tú haces, y sobre todo, piensa si tú en su caso harías lo mismo. ¿Entrarías en la casa? ¿Correrías al conocer la solución del misterio? Si la respuesta es sí, entonces hemos conseguido que la historia de terror sea perfecta, porque por un momento te has visto dentro de ella enfrentándote al monstruo. Recuerda: las historias de terror no son solo monstruos, sino todo lo que rodea a éstos.

EL EXTRAÑO CASO DEL SEÑOR DRÁCULA
Esteban no podía creerlo: ¡el nuevo vecino se llamaba Drácula! Increíble. ¡Lo ponía en el buzón! ¿Sería una broma? Cuando se lo enseñó a su madre, ésta simplemente hizo un sonido raro con la nariz y siguió andando, pero Esteban no paraba de darle vueltas. Al parecer, nadie lo había visto, nadie sabía de dónde venía, nadie sabía qué día exactamente se había instalado en el 2ºC.

Unos días más tarde de que el nuevo vecino llegara al edificio, cuando Esteban subía de comprar el pan, se dio cuenta de que la puerta del 2ºC estaba abierta. Curioso. Siguió subiendo, pero cuando llevaba tres escalones, algo en el interior del piso le obligó a girarse. Se oía un pequeño zumbido en el interior de la casa. “Bueno”, pensó Esteban, “a saber qué será”. Pero se fijo en la rendija de la puerta, algo más entreabierta, y vio dos puntos de luz que parpadeaban. Bajó un par de escalones y se acercó a la puerta para ver mejor. El zumbido se seguía oyendo, era como el sonido que hace el aire escapando de una tubería. Psssss, psssss. Y los puntos parpadeaban.

“¿Oiga?”, preguntó Esteban. Psssss, pssssss, no dejaba de oirlo. Y esas lucecitas parpadeando. “¿Oiga?”, repitió Esteban. La casa estaba en penumbra y vacía. Olía a cerrado y los muebles eran enormes y muy viejos. Al fondo del recibidor podía ver esos puntos de luz que parpadeaban. Y el sonido siseante comenzó a oirse más fuerte. Psssss, pssssss, pssssss, cada vez más cerca.

Esteban comenzó a retroceder cuando vio que los dos puntos de luz crecían. Se estaban acercando a él. Dio un paso atrás mientras oía el siseo alrededor de su cabeza: psssssss, pssssss. Dando un traspiés, salió de la casa y subió corriendo las escaleras. El psssss, psssss estaba aún retumbando en su cabeza.

Tres días después, volvía de noche a su casa. Había ido a llevar unas revistas a su primo, que vivía dos bloques más allá, y se le había hecho de noche, casi la hora de cenar. Volvía a paso ligero camino de su edificio cuando en un pequeño solar que había junto a su edificio y que los vecinos usaban como zona para aparcar los coches distinguió a una figura contrahecha. Era un anciano con gabardina que estaba quieto, erguido junto a un montón de piedras. Esteban no sabía qué le resultaba familiar de aquel viejo con sombrero y cubierto de ropa negra. El anciano le miró fijamente y, con una sonrisa, comenzó a sisear: “Pssssss, psssss, psssss”. Mientras el aire salía de los amarillentos dientes del anciano y Esteban corría sin mirar atrás y con lágrimas en los ojos hacia su casa, entendió qué eran las luces que parpadeaban en el vestíbulo de la casa del nuevo vecino.

Esteban había mirado fijamente a los ojos al viejo señor Drácula.


Comentarios

  1. Gorge manuel [nov 11, 04:01]

    oye estbo del uno osea estubo fantastico que chido jajajajaj quien lo haiga escrita estubo genialjejej

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