Pequeño LdN


Yuyu, por John Tones y Guillermo Mogorrón

Las historias de yuyu son las historias que se cuentan, en penumbra y en voz baja. Son historias que no tienen explicación, que no quieren tener explicación o que nunca antes han sido explicadas. Y ahora, en el Pequeño LdN, cada quince días, tendrás fantasmas, invasiones, sucesos extraños y maldiciones sin explicación. Prepárate para tu ración de Yuyu.
El autor de estos cuentos es escritor y músico de rock, y entre otras cosas hace la página FocoBlog. Guillermo, el encargado de ilustrarlas, tiene un blog de dibujos.

No hay nada bajo la cama

John Tones y Guillermo Mogorrón | 13 febrero 2010



I

Nacho bajó apresuradamente de la litera de arriba. Nunca había visto a su padre así: se tocaba nerviosamente la calva y se apretaba y aflojaba con rapidez el nudo de la corbata, como si no fuera capaz de encontrar el punto exacto con el que estaba cómodo. Llevaba puesta la ropa del trabajo, algo que Nacho no había visto nunca en casa: la bata con manchas de tinta en el bolsillo del pecho, donde llevaba un par de bolis, las enormes gafas de protección de cristales naranja que le colgaba del cuello y una gran máquina, similar a un enorme ipod que crujía y en la que veía moverse nerviosas un par de agujas.

—Papá, ¿qué es…?

—Silencio —le interrumpió su padre—. Coge a tu hermano e id a la cocina, mamá está allí.

—Pero…

—Ahora.

Nacho agarró a Luis, su hermano pequeño, de la litera de abajo, y obedeció. Su padre parecía más asustado que enfadado, pero prefería no averiguarlo.

Mientras recorrían el pasillo, Nacho sintió un escalofrío en los pies. Los azulejos del suelo estaban helados y habían dejado las zapatillas en la habitación. Luis le miraba preocupado y Nacho, sintiéndose responsable de su hermano de ocho años, cinco menos que él, le sonrió para tranquilizarle.

Llegaron a la cocina. Su madre, al revés que su padre, parecía más enfadada que preocupada.

—¿Qué pasa, qué hace papá? —preguntó Nacho a su madre.

—No lo sé, hijo. Ha venido con ese cacharro y ha dicho que le esperemos aquí en la cocina.

Luis arrastró una de las sillas de plástico blanco hasta una esquina y se sentó bostezando, quitando antes de encima el maletín de cuero negro de su padre. Nacho lo cogió y lo abrió.

—No husmees ahí, Nacho. Ya sabes que a tu padre no le gusta que revuelvas en sus cosas.

Distraídamente, Nacho sacó un par de folios llenos de garabatos y ecuaciones. Tenían anotaciones en los márgenes, pero no entendía nada. Espirales dibujadas, flechas que apuntaban a rectángulos y monigotes acostados. Dobló de nuevo los folios y los metió en la carpeta, justo cuando su padre entraba en la cocina.

El señor Sánchez, el padre de Nacho, revolvió el pelo de los chicos intentando tranquilizarlos.

—Subid a vuestro cuarto. Mañana hablamos

—¿Qué pasa? -preguntó Nacho.

—Todo está bien, no os preocupéis. Mañana os cuento.
Nacho apenas durmió el resto de esa noche. Por una parte, le tranquilizaba oír la respiración de un agotado Luis en la litera de abajo. Pero también oía discutir a sus padres en la cocina. Cuando se quedó dormido ya estaba amaneciendo, y sus padres seguían gritando en la otra punta de la casa.

II

Nacho casi consiguió, al día siguiente en el colegio, olvidarse del inquietante gesto de esfuerzo de su padre, mirando fijamente las agujas que se movían en el aparato que se había traído del trabajo. Casi.

Cuando llegó a casa, su padre estaba sentado en la mesa de la cocina, en la misma silla que Luis había usado la noche anterior. Sobre la mesa de cristal vio los papeles garabateados que no había podido interpretar unas horas antes.

—¿Y mamá? —preguntó a su padre.

—Está en casa de tu abuela, descansando. Ha sido una noche muy larga. Vendrá el fin de semana.

El padre de Nacho suspiró y le hizo una señal para que se acercara.

—Ven, siéntate aquí. Ahora que tu hermano está en la piscina, voy a aprovechar para contarte lo que pasó. Eres el mayor y tienes que estar al corriente.

—¿De qué? —preguntó Nacho sentándose.

—¿Tú sabes en qué trabajo yo exactamente?

Nacho dudó unos segundos.

—En la Facultad de Medicina.

—Exacto. Concretamente, en el Departamento de Investigación de Nuevas Enfermedades. Nunca os cuento nada sobre qué descubrimos o dejamos de descubrir porque muchas de las cosas que tratamos allí están relacionadas con virus o enfermedades contagiosas, y no podemos contarlas para evitar que, por error, corran rumores peligrosos. Los aparatos que usamos y que a veces has visto, como ese que traía anoche, sirven para analizar distintas variables ambientales y determinar en qué condiciones viven o mueren los virus: clima, temperatura, pureza del aire y otras muchas…

El padre de Nacho señaló un fragmento del folio donde se veía algo que parecía un hombre acostado sobre una línea.

—Investigando enfermedades que se producen durante los periodos nocturnos dimos con un extraño fenómeno. Siempre en niños de menos de quince años detectamos algunas perturbaciones en el sueño. Pesadillas, ansiedad, ataques de pánico, problemas respiratorios, insomnio. No sabemos qué es, se trata de una forma de energía que nuestros aparatos no entienden, las mediciones son una locura.

—¿Como una nueva enfermedad? -preguntó Nacho, pensando que quizás se trataba de un virus que las máquinas no entendían. Había oído hablar por la tele de virus creados en laboratorios que no se podían localizar ni curar.

—No exactamente. Esta especie de fuerza negativa se aloja debajo de la cama de los menores de edad, como tú o Luis. Les absorbe la energía, los niños se levantan deprimidos y sin fuerzas. Y esto es lo más curioso: esa fuerza, sea lo que sea, se aloja… debajo de las camas. Al parecer, la zona inferior de un niño que duerme despide una forma de oxígeno de la que se alimenta esa energía.

El padre de Nacho mostró el dibujo.

—¿Lo entiendes? Es lo que todos los niños temen, y con razón. Esta energía desconocida es el monstruo de debajo de la cama.

Nacho se levantó de la silla.

—Espera, espera, papá… ¿te has vuelto loco? ¿Me estás diciendo que esa enfermedad es en realidad el típico monstruo de debajo de la cama del que tenemos miedo cuando somos niños pequeños?

—A veces cuando un niño no entiende algo, inventa una manera de entenderlo. Y si ese algo es malo y lo nota, pues lo convierte en un monstruo. Y por eso hasta ahora no lo habíamos detectado: los padres no nos creemos las historias de monstruos que cuentan los niños.

—¿Y ahora? ¿Sigue aquí en casa?

—Mis aparatos no lo detectan. Quizás esa forma de origen desconocido se ha sentido amenazado o descubierto y se ha movido a otra casa o a otra ciudad. Quizás ya ha hecho lo que tenía que hacer. Es todo un misterio.
Nacho y su padre se abrazaron. Nacho se sintió aliviado y protegido de nuevo.

III

Mientras oía la pesada respiración de Luis en la litera de abajo, Nacho pensaba en lo que le había contado su padre, sin poder conciliar el sueño. Hablaba en voz baja, sin darse cuenta.

—De modo que las historias de monstruos bajo la cama que nos dan miedo desde que somos niños tienen una base real. Realmente hay algo bajo las camas. Algo que se mueve y piensa y nos roba la fuerza.

Luis seguía respirando, dormido, ignorante de las preocupaciones de su hermano mayor.

—Lo más curioso es lo de que se acople bajo la cama. Que absorba la energía desde ahí.

Luis respiraba. De repente, los ojos de Nacho, en plena oscuridad, se clavaron en el techo. Si esta fuerza de origen desconocido está debajo de las camas… ¿qué pasa en camas como la suya? ¿En una litera? ¿Qué pasa debajo de la litera de arriba? ¿Qué ocurre, qué hace esa energía invasora cuando debajo de una cama, como pasaba con la de Nacho… hay otra persona?

Luis había dejado de respirar.

—¿Luis? —preguntó, con voz temblorosa. No podía saber si su hermano, en la litera de abajo, seguía durmiendo.

Muy lentamente, se giró y asomó la cabeza por el borde de la cama. No oía nada.

—¿Luis?

Su hermano estaba tumbado boca arriba, con los ojos enormes, brillantes y de un extraño color violeta. Una inmensa e inquietante sonrisa, levemente inhumana, le cruzaba el rostro. Nacho lo miraba en silencio, pero seguía sin oírlo respirar. Esa noche descubrió quién era, a partir de esa noche, su monstruo de debajo de la cama.


Comentarios

  1. Albert [feb 15, 10:52]

    He empezado a leerlo en voz alta pero da bastante miedo.

  2. gamboi [feb 15, 18:05]

    Bonito crossover el que han montado, aquí estaremos para leer y apreciar la parte pictórica correspondiente.

  3. Pedro [feb 16, 13:26]

    Precioso, muy bien escrito y estructurado. Estupendo el dibujo. Mi enhorabuena

  4. Aniel [feb 19, 13:17]

    Muy buena historia! El final me ha encantado.

Deja un comentario

Recordar

Sobre Pequeño LdN



Archivo:

  • Listado de números
  • Mostrar columna

Créditos:

Un proyecto de Libro de notas

Dirección: Óscar Alarcia

Licencia Creative Commons.

Diseño del sitio: Óscar Villán

Programación: Juanjo Navarro

Mascota e ilustraciones de portada: Antonio G. de Santiago

Desarrollado con Textpattern


Contacto     Suscripción     Aviso legal


Suscripción por email:

Tu dirección de email: