Capítulo 33: Por desgracia

Por desgracia, solo se pintó una pared… Pero bueno, vamos a lo que nos dijo Sía…
—Oh… Muy bien. Muy bonito. Capturásteis a la esfinge. ¿Fue el minino quién lo acertó?
—No —dije lleno de orgullo—, fui yo, con mi astucia perruna.
—Muy bien, chucho. Pero tú no eres el más listo.
—¿Por qué no? —aullé indignado.
—Claro Tobi, no te agobies, soy yo —dijo Migui con un brillo en los ojos.
—No, minino, es el otro. Ese gordinflón —susurró señalando a Draco.
—¿En serio? —exclamó Draco—. ¿Puedes llamar a mi madre y decírselo?
—No, porque es una mentira. ¿Veis? Nadie os puede colar nada nunca. Vuestra siguiente tarea será traerme una Podiuya.
—¿¿¿Una qué??? —preguntó Migui atolondrado.
—Una Podiuya, gato listo. Es una criatura bellísima, que cuando te cuela una mentira te conviertes en ella. Se puede capturar colándole una mentira. Y yo quiero que me la capturéis. Hale, afuera todos, a buscarme a la criaturilla.

Salimos al bosquecillo por la parte trasera. Y entonces apareció una majestuosa criatura.

Montada a caballo.

—Es la Podiuya, ¡vamos! —dijo Draco.

Llegamos a ella. Nos miró a los ojos y me dijo…
—Oh, tú, buen perro, ¿qué hacéis aquí?
—Queremos verte, no mucha cosa más —respondió Draco por mí.
La bicharraca esa empezó a temblar .Parecía ser que Draco le dijo algo impactante.
—¡Claro! —me susurró Miguelito—. Draco le ha contado una mentira… ¡¡¡Al decir que solo la íbamos a ver, no a capturarla!!! —se alegraba mientras contemplábamos que la mitad de la Podiuya se convertía en piedra.
—Tendremos que mentirle otra vez para que se convierta en piedra y se deje capturar.
—Vale, ya está —admitió ella sofocada y mareada.
—¿Cómo es que tu caballo está ahí quieto? —dije con astucia, ya que estaba moviendo una pata.
—No está quieto, se mueve un poquito —admitió, pese a que estuviese de espaldas a él.
—Aatchús! —estornudó Migui—. Vaya estornudo… ¿Tienes un pañuelo, Tobi?

Entonces surgió una idea en mi cabeza canina.
—No, no tengo. Lo siento —respondí.
—Oh… Qué mono… —se enterneció la Podiuya—. Yo tengo uno… —entonces empezó a vibrar. ¡Le colé una mentira! Yo sí que tenía pañuelos. Se dejó engañar por lo fácil… Entonces se convirtió en piedra, y el caballo huyó. La cogimos y fuimos a por Sía. ¡Qué bien!