Capítulo 23

Mi abuelo me dijo en sueños que había una gran masa de misioneros justo en ese sitio. Pero eso no era exactamente.
En realidad, solo podían ir misioneros que se quedasen allí unos años o algo así; que digamos que no entendí muy bien, solo que no podíamos ir. ¡ARGH! Qué asco, ¡me estoy atragantado!

Tan pronto me desperté, me dí cuenta de que una de mis patas estaba húmeda. Conclusión: me estaba chupando la pata y me atraganté. Bueno, vayamos al grano. Decidí comentarles a mis compañeros lo del sueño.

—¡Yo también soñé con mi bisabuela Miglonina! —chilló Migui, tanto, que todo el mundo nos miró—. Me dijo que, en resumen, solo podía ir de misionera la tía Nati.
—¡Exacto! —exclamamos todos a coro.
—Entonces, tendréis que coger un billete de vuelta —comentó Nati.
—¡Qué va! Lo arreglaremos con el armario! —dijo orgulloso Migui.
—Miguelito…El armario se estropeó hace dos semanas… —balbuceé
—Pues me temo que tendremos que volver en el avión —farfulló Chirimía.

Nos despedimos de Nati, y seguimos en el avión.
¿Y ahora qué haremos? Penasaba yo sin parar.
Cuando bajamos del avión se nos acercó Roller. ¡A saber de dónde venía!
—¡¡¡Por favor!!! Os ruego que vengáis a mi boda con Nita. ¿Os acordáis de ella? ¡En el baile! ¡Cuando rapté a…!
—Si, iremos —dije en tono contento, ya que nos había dado una invitación a los cuatro.
La leí, y… ¡era hoy!
¡Conseguimos trajes, fuimos a la peluquería y había que ver qué guapos estábamos!