Capítulo 24

Bueno, pues aquí estamos, yendo a la boda de Roller.
¡VAYA TREMENDO RIDÍCULO HICIMOS!

Íbamos caminando hacia la iglesia. ¡Parecíamos unos angelitos!
Pero todo terminó pronto…

1: En la boda TODOS eran pit-bulls adultos y nosotros, unos cachorrilos.
2: Llegamos tarde justo a la vez que la novia, y… ¡En vez de girarse para
mirar a la novia, nos miraron a nosotros!

Suerte que Roller no se dio cuenta. Al cabo de un tiempo, ya se nos fue pasando la vergüenza… Pero a Draco no. ¡Y nos dejó más en ridículo!

Justo en la frase oportuna del cura…

—Si alguien no está de acuerdo con este matrimonio que hable o que calle para siempre —dijo el cura.

—¡Aaah! —gritó Draco—. Yo Dracundo Lambetón Correa me he quedado
alucinado con que Roller no nos dijera ni guau cuando aparecimos delante de su novi… —en ese momento le tapé la boca a Draco.

Me quedé alucinado… ¡Se llamaba Dracundo! Y Draco era sólo un diminutivo… ¡Llevaba TODA mi vida llamándole Draco!
Al salir de la iglesia Migui saltó y le regañó a Draco… Quiero decir Dracundo. ¡Ah sí! Por cierto yo me yamo Tobi a secas, nada más.

—¡¡¡Draco!!! ¿Estás mal de la cabeza? ¡A quién se le ocurre gritar eso en misa!
—¡Yo no dije nada! ¡Oh no! Me debí de quedar dormido…

Decidí dejar lo de Dracundo para preguntárselo más tarde.
De pronto vi a alguien familiar… ¡Era mi primo Gordi!

—¡Hola Gordi! —exclamé.
—¡Tobi! —gritó

Resulta que mi primo venía también a la boda de Roller.
Le presenté a mis amigos.
Nos dimos un buen banquete y, en el postre, Miguelito pegó un grito.
—¡Aah! —gritó.
—¿Qué te pasa, Migui?
—He visto a alguien en la ventana, muy, muy conocido… Y sí. Sí que lo conoces. A él y a su gemelo…