En los tiempos de la virtualidad, un juguete de vuestros padres sobrevive con el mismo planteamiento que originó su invención hace 50 años: cochecitos a escala lanzados eléctricamente por la pista del salón de casa. Ignacio es un fan de los juguetes con ruedas, y os invita a conocer su club.
Vamos a recordar uno de los momentos más increíbles de la historia del slot. Ya sabéis que los años 60 del siglo pasado fueron la edad de oro de este hobby en todas las partes del mundo más desarrollado. Especialmente, en los Estados Unidos de América fue un boom que dio lugar a una verdadera fiebre por correr en los innumerables clubs y centros de slot que se abrieron en cada ciudad, desde la más grande a la más pequeña.
Y esa pasión llevó a los americanos a competir con coches cada vez más veloces. Quería resaltar que durante esa década consiguieron tanto alcance los campeonatos de slot, que numerosos pilotos se profesionalizaron, como los deportistas, y dedicaban su vida a correr y ganar en las pistas, siendo ése su medio de vida. Muchos de ellos estaban patrocinados por las marcas más punteras del mercado del slot, tanto de coches, como de fabricantes de pistas o material para la competición.
La búsqueda de la máxima velocidad fue el origen de los protagonistas de nuestro capítulo: los Thingies. Podríamos traducirlo como “cositas” y se trataban de coches en los que se buscaba la mejor aerodinámica para volar por las pistas de slot. A cambio, se sacrificaba el realismo y la imitación de las carreras de automovilismo de los grandes circuitos por la velocidad.
El Thingie más famoso de todos los tiempos fue la Cucaracha fabricada por Cox. Se comercializó tanto en la escala 1/32 y en 1/24 y la carrocería era de plástico rígido. Cox está considerada como el mejor fabricante de slot de todos los tiempos y le dedicaremos un capítulo aparte. Aunque hoy en día, con la calidad y la técnica de las reproducciones actuales, sería muy difícil mantener esa afirmación.
Por supuesto, lanzamiento y marketing de estos coches venían acompañados de un impresionante art-work o diseño gráfico que hacían más llamativa su adquisición.
L’Cucaracha, como también se llamó, fue una excepción, porque casi todos los Thingies se fabricaron de plástico muy ligero, acetato o lexán, y en la escala que imperaba en los EE.UU. la 1/24. El otro ejemplo más característico fue el Manta Ray de la casa Classic. Ya comenté que ha sido el coche más vendido de toda la historia del slot y ya no solo por su velocidad en las pistas, sino quizás porque su visión causa un impacto difícil de olvidar.
Realmente no sabemos que causaba más sensación, si el coche en sí mismo o la imaginación de verlo correr por las carreteras reales, tal y como insinuaba su caja comercial.
La ilusión ha volado tan alto que alguno hasta se ha construido un Manta Ray a escala 1:1. Estados Unidos es el país de los sueños y de la libertad y este coche puede circular por sus carreteras, cosa impensable en la vieja Europa donde su homologación sería un reto inalcanzable. El rey de la “customización” de coches en aquella época, Dean Jeffries, diseñó libremente el Manta Ray consiguiendo un bólido único en su categoría. Curiosamente, la marca MPC, reprodujo este modelo para el slot a escala 1/24 con posterioridad.
A partir de ahí, la imaginación de los diseñadores ya no tenía límite. Todas las compañías de slot americanas se pusieron a fabricar sus Thingies y los aficionados alucinaban con las nuevas formas y colores.
Os dejo dos de los más llamativos. Classic, entre otros, fabricó el Asp, el Gamma Ray o el Viper, pero quizás el primero fue el más famoso.
Y llevó la fantasía a límites insospechados:
Dymanic también tuvo mucho éxito también con el Bandit:
La moda no duró mucho, no más allá de esa década, y tampoco tuvo mucha repercusión fuera de ese país, aunque la italiana Unicar y la alemana Carrera, con su modelo La Bostella, intentaron imitar aquellos fantasiosos diseños. Hoy en día, la fiebre Thingie ha quedado relegada al coleccionismo y, a veces, se organizan reuniones y competiciones de nostálgicos como ésta que tuvo lugar en Turín (Italia) en 2005.
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