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El Intercambio Celestial de Whomba, por Guillermo Zapata y Mario Trigo

En el País de Whomba los dioses sirven a los hombres, a cambio de que estos crean en ellos. Cada semana conoceremos un poco más de este mundo y aquellos que se encargan de mediar entre los habitantes de Whomba y los dioses, los encargados de llevar a cabo el “Intercambio Celestial de Whomba”. El autor edita la bitácora Casiopea. Las ilustraciones son de Mario Trigo.

Cuento cuadragésimo octavo: "La Batalla de Whomba II" (Parte 11 de 17)

Guillermo Zapata y Mario Trigo | 30 julio 2011

I.

—¡Hay que tumbar esa empalizada! —grita Barlhar.

Las primera lineas de sus fieles sube hasta la empalizada de Gulf y se hacen estallar. Organizados en grupos de cinco personas, desde la retaguardia, otros lanzan rayos de energía blanca contra la empalizada. La madera cruje, las piedras caen. Chisporroteos de energía mágica saltan como esquirlas en una fundición.

Nadie atacaba desde las empalizadas. Barlhar podía sentir a los dioses tras las puertas de Gulf usando su poder para resistir el ataque…

Pero había algo más. Algo que no era capaz de concretar, pero que le estaba poniendo nervioso. ¿Por qué no atacaban?

—¡Seguid! ¡Nansi os está mirando y se siente orgulloso! —gritaba cada vez más ahogado. Quería tumbar esos muros. Quería hacerlo sin perder un segundo.

Más rallos. Mas explosiones. Los suyos se sienten cansados. Los suyos se desmayan. No están preparados para un asedio. Nunca ha sido un buen estratega militar. La sola idea de una magia finita, una mágia que se agota en el tiempo, le es desconocida. Ese nunca ha sido su trabajo ni su fuerte.

Se siente, de pronto, avergonzado de si mismo, como jugando una partida de un juego para otros. Como si fuera un invitado al que, de pronto, les han permitido fingir que es el organizador de la cena. Se pone rojo. Se siente ridículo.

A su lado, un grupo de cinco personas cae al suelo rendida.

—¡Seguid! —grita con furia—. ¡Seguid hasta que retumbe el cielo!

Nota como el miedo y la confusión se apodera de los suyos. Sin embargo, las últimas palabras están surtiendo efecto. Sacan energía de la nada y siguen adelante.

Una andanada, dos. El sonido cambia. La madera cruje de otra manera. Las piedras se desplazan. Las puertas empiezan a ceder, a venirse abajo. Lo están logrando. Barlhar puede notar perfectamente como la energia de los dioses de disipa.

—¡Avanzad¡

Empujan las puertas y las sacan de sus gigantescos goznes. Caen hacia atrás como estatuas milenarias. El sonido contra el suelo es seco y se repica por todo el valle. Al contacto con la tierra, las puertas levantan una polvareda imposible. Los trajes blancos se manchan de marrón y sangre. Barlhar tose. Lo ha logrado. Lo está consiguiendo.

La niebla se disipa y Gulf queda expuesta y al descubierto. A través del polvo se puede ver una figura. Está de pié, con las piernas separadas y los brazos relajados. Es Brutha.

Barlhar mira a su alrededor. Detrás de Brutha van apareciendo las siluetas de los dioses menores. Barlhar los conoce a todos, pero no sabría definir su actitud. Algunnos no le miran, otros tienen miedo y algunos parecen expectantes. Por lo demas, no parece haber nadie más en todo Gulf.

Barlhar avanza en dirección a Brutha. Ella separa las manos del cuerpo indicando que está desarmada.

—Me rindo —dice, sonriendo.

El silencio llena el Valle como una sopa espesa.

—¿Cómo dices? —dice Barlhar—. Somos los enviados de Nansi.
—Ya sé quién sois —dice Brutha—. Gulf se rinde. Podéis tomarme como prisionera. Y a ellos también.

Barlhar se acerca a ella desenfundando su espada y se la coloca en el cuello. Nadie se mueve.

—¿Dónde están los demas, bruja maldita?

Brutha parece muy tranquila.

—En Whomba —dice.

II.

El tránsito dura tan poco que no tienen casi ocasión de sentirlo. Como una ráfaga de viento o un parpadeo. Ahora estás aquí. Ahora estás allí.

Pero allí es en muchas partes. Por todo Whomba. Se han organizado en grupos con una cantidad variable de gente, dependiendo del lugar a dónde saltan. Veinte personas en los templos pequeños, cincuenta o más en las grandes ciudades. Cada uno tiene un responsable que velará por la seguridad del grupo. Todos están preparados para defenderse, pero no es la prioridad. La prioridad es permanecer allí.

Han elegido cuidadosamente los destinos porque saben que no pueden llegar a todas partes, que no son suficientes. Los han elegido siguiendo criterios muy variados. Lugares de mucha afluencia de gente. Lugares simbólicamente importantes en Whomba. Lugares dónde saben que encontrarán apoyos. Han elegido lugares “fáciles”. En algún momento se les criticará por ello.

El grupo más numeroso se divide entre la metrópolis de Ghizan y las Llanuras de Garm. En Garm tiene apoyos evidentes porque Brutha es de allí. En Ghizan es dónde se presentó Nansi publicamente. No puedo esquivarlo.

El “Grupo de Ghizan” está capitaneado por Celis. Aparecen en el interior del templo dedicado a Zenihd, el dios de las mentiras. El templo está prácticamente vacío, lleno de polvo, abandonado por sus propios acólitos.

Tienen instrucciones. Todos las tienen. Se mueven rápido. Concentran su magia. Atraen a la gente que estaba mirando las pantallas y que ahora no sabe qué ha sucedido. La magia hace que el edificio brille. Sea en Ghizan o en los pequeños templos de pescadores de Kraal. La gente se arremolina, corre. Algunos tienen miedo.

Los seguidores de los dioses creen que han vuelto a salvarlos. Los seguidores de Nansi se mueven entre el miedo y la furia. Los que tienen su corazón en Gulf están a la espera.

Los grupos salen de los templos y leen proclamas. Explican que los dioses ya no están en Whomba, que el mundo ha cambiado. Que los templos serán escuelas de magia. Que los defenderán con su vida si es necesario. Hay lugares dónde la noticia se recibe con vítores de alegría. Hay sitios dónde reina el desconcierto. Hay lugares que ni siquiera lo saben. Lugares que ignoran que el mundo ha cambiado y se quedan así, aislados del tiempo, ajenos al cambio. Y luego está Ghizan.

Ghizan, casi una capital simbólica de Whomba. Ghizan, dónde apareció Nansi. Allí no va a ser tan fácil. Los seguidores del Dios de Ebano gritan, los de Gulf responden en las escaleras del templo. Alguien lanza una piedra. Zarandeos y rabia. Celis mantiene la calma entre los suyos a gritos, a duras penas. Hay intercambios de golpes. Varios de los seguidores de Nansi suban las escaleras, algunos tienen armas. Los de Gulf dicen no reconocer su autoridad. La autoridad de la ciudad está ausente o desconcertada.

Alguno tiene una idea. Alguno dice ¿Por qué ese templo es vuestro y no nuestro? Los seguidores de Nansi se organizan en batidas, toman templos de dioses en la ciudad, pero no sin tantos ni tienen tantas fuerzas. Los auténticos seguidores se fueron con Nansi a conquistar la paz en Gulf. Sin embargo, la ciudad está llena de gente que habría querido ir a Gulf a aprender magia y que nunca pudieron hacerlo por el bloqueo. Esos también se organizan. Se presentan ante Celis. La llaman “señora”. La llaman “lider”. Celis se ríe y les dice que tomen los templos. Que usen su magia.

Y luego vuelven a la plaza principal y convocan allí a todo el mundo. Protegen la entrada con barricadas, pero dejan entrar a todo el que viene desarmado y tranquilo. Y así, cuando todo Whomba vuelve a mirar a un punto, se concentran. Usan su energia y, desde el otro lado… Vuelven a conectar las pantallas.

Y Todo Whomba puede ver a Brutha en medio de un Gulf desierto. Y a los dioses menores tras ella. Y Barlhar y los seguidores de Nansi entrando en Gulf. Pueden verlo y oírlo todo.

III.

Barlhar se sintió, por un momento, desconcertado. Brutha estaba ante él con un gesto entre altanero divertido.

—Por toda Whomba —repitió la chica—. Hemos tomado los templos. Por cierto, ¿dónde está Nansi?

Barlhar sintió una sensación de incomodidad creciente.

—Nansi observa desde los cielos, Brutha de Gulf. Pero sus seguidores estamos aquí.
—Pues aquí no hay nada. Solo unos dioses menores. Y, bueno… yo.

El aire se electríficó de pronto. Barlhar se siento observador.

—Yo y ahora ellos. Saluda.

Barlhar no podía soportar la ironía de Brutha. La sensación de tiempo muerto. Quería avanzar con los suyos y destruir ese lugar de perdición. Quería matar a la negociadora con sus propias manos. Recordó que fue él el primero que previno a los dioses de su amenaza. Quería ahogarla en su propia sangre. Pero luego… ¿qué?

—¿No tienes nada que decir? —insistió Brutha.

La mente le iba a mil por hora. Pudo sentir la energía de los suyos clavada en su espalda. No podía avanzar y matarla. No podía retroceder y rendirse. Se pasó la mano por la cara intentando parecer tranquilo, pero notó que temblaba. Un segundo más y los suyos le perderían el respeto. Notaba una idea, ni siquiera una idea. La intuición de una idea. La pulsión de una idea sin concreción en la realidad.

—Paz… —murmuró.

Notaba cómo las sienes le apretaban palpitantes contra la frente.

—Paz —repitió, más fuerte.

Brutha le miró sin comprender.

El rastro del poder de dioses que quedaba en su ser se evaporó cuando la idea estaba formada en su cabeza. Se sintió morir un segundo, pero luego supo que seguiría adelante.

—¡Paz! —dijo. Y ya no hablaba a Brutha, sino a Whomba—. Soy el “oído”. Soy el más humilde siervo de Nansi. Por mi boca indigna se filtran sus palabras de gloria. ¿Qué nos espera? ¿Una nueva batalla? ¿Otra guerra cruenta? ¿Más miedo? No. Paz.

Brutha pestañeó sin comprender.

—Eso es lo que hemos venido a ofrecer los quienes queremos a Nansi. Paz. Solo eso.

Levantó la mano y se la tendió a Brutha que, de pronto, estaba rígida como una estatua.


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