El Diario de Puchi Smeath cuenta las aventuras de un loco explorador felino, que quiere que todo el mundo conozca sus hazañas. Es obra de Marta Bao, una niña de 9 años que gracias a las enseñanzas del Profesor Burro, ha conseguido tener a su gatita Puchi, en la que se está inspirando.
Como nadie se atrevía a llamar a la puerta, tuve que hacerlo yo. POM, POM, POM resonó incluso en el cementerio.
La verdad es que aquel lugar daba repelús, tenía que admitirlo.
Recordé lo que me había dicho Noche aquel día:
Correcto. Tres veces. No me había equivocado.
Empezó a escucharse el chirriante sonido de una puerta muy pesada al abrirse. Nos quedamos petrificados unos segundos que nos parecieron horas. Por un momento eché de menos el fantasmagórico silencio de antes.
Finalmente el inquietante sonido cesó. Y, en frente de la puerta, un hombrecillo vestido de esmoquin nos invitó a pasar moviendo la mano, sin pronunciar palabra.
El interior de la casa no era mucho más alegre que el exterior. Había telarañas por todas partes. “Buufff…, aquí nunca deben limpiar”, pensé.
El hombrecillo, que seguramente era el mayordomo, nos guió hasta una habitación que ponía “LABORATORIO”.
—Hasta aquí puedo llegar yo. Si queréis continuar deberéis preguntárselo a La Bruja. Ella tiene a Noche —murmuró el mayordomo.
Fue Migui la que tomó la palabra:
—Muchas gracias. Pero, ¿cómo sabía que queríamos ver a Noche?
El hombre sonrió maliciosamente.
—¡Oh! Todo el mundo tiene secretos —nos dijo.
De pronto, desapareció ante nosotros.
Zas se frotó los ojos repetidamente, incapaz de creerse que se había esfumado de verdad.
Todavía con miedo, llamamos a la puerta.
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