24. ¡Salimos de la isla!

Topotrón no nos había hecho ni caso. Tendríamos que pasar a la acción. Corrimos (como pudimos) hasta una grieta, allí nos escondimos. Pasamos mucho tiempo, aburridos, hasta que por fin oímos unos pasos.

Cuando llegaron Roncho y Bugueso nos arrojamos sobre ellos con la lanza que habíamos fabricado y los conseguimos capturar.

De pronto, vino el rey Topotrón seguido de toda su “corte”. Nos preguntó qué estaba pasando, nosotros entonces les quitamos las máscaras a Roncho y Bugueso y le dijimos a Topotrón que esas ratas eran las que querían acabar con su vida; éstas al verse descubiertas reconocieron la verdad y el rey como castigo las desterró de la isla.

A nosotros, como habíamos capturado a unos impostores, nos lo agradeció mucho y nos pidió disculpas. Además nos dijo que nos daría lo que fuera para recompensarnos.

—Majestad, nos gustaría mudarnos a otra parte, queremos ver mundo —dijo Zas.
—Pero, ¡ningún topo se ha marchado nunca de esta isla!
—Seríamos los primeros, Majestad —siguió contando Zas—. Así también le informaríamos de como se vive en el resto del mundo.

Costó convencer a Topotrón, pero gracias a la paciencia (y algunas mentirijillas de Zas) logramos convencerle.

El resto del día se nos pasó muy lentamente. Los cuatro estábamos deseando volver a casa. Saldríamos mañana.
¡Qué ganas tenía de volver a ver a mi familia!

A la mañana siguiente salimos apresuradamente de la mina. Fuimos hasta la barca que nos había prestado Topotrón y nos subimos.

Cuando ya estábamos algo alejados nos quitamos el disfraz ¡Qué gusto! Por fin podíamos volver a ser nosotros mismos sin esas máscaras que nos asfixiaban.

El viento nos alejaba cada vez más de la isla.

¿Qué nuevas aventuras nos traería el futuro?