El Diario de Puchi Smeath cuenta las aventuras de un loco explorador felino, que quiere que todo el mundo conozca sus hazañas. Es obra de Marta Bao, una niña de 9 años que gracias a las enseñanzas del Profesor Burro, ha conseguido tener a su gatita Puchi, en la que se está inspirando.
¿Pero qué hacían esos tontos quitándose la piel, literalmente?
Tom y yo nos miramos boquiabiertos: ¿cómo podía ser aquello?
Zas y Migui estaban igual de impresionados; se podría decir que la boca de Migui llegaba hasta el suelo.
Yo quería salir corriendo de ese lugar de locos, pero algo me impulsaba a quedarme donde estaba y seguir mirando.
Parece que mis amigos me entendieron, pues se quedaron donde estaban mirándome con cara rara.
Hicimos bien en permanecer allí.
Después de un rato vimos lo nunca visto: debajo de la piel de topo, ¡apareció una de rata! Era una rata mugrienta y sucia. Lo mismo hizo el otro “topo”.
¡Eran ratas gigantes!
Pensé que ya se habían extinguido… No tuve valor ni para moverme, me había quedado de piedra.
Permanecí callado en mi sitio. Al poco volvimos a escuchar aquellas voces, ahora las escuchábamos mejor. La primera era una voz grave y llena de codicia. La siguiente que oímos era apagada y chillona.
Me asomé de nuevo y pude distinguirlas mejor: eran dos ratas oscuras y mugrientas; una era mucho más alta que la otra.
—Aquí no noss ve nadie, Buguesso —dijo la más baja. Tenía una expresión malévola en sus ojos, pequeños pero rojos como el fuego.
La más alta estaba encorvada y tenía el morro más alargado que había visto nunca. Al contrario que su compañera estaba esquelética y cabizbaja.
Conseguimos escuchar lo que estaban diciendo. No se entendía mucho, pero logramos enterarnos de algo.
—Buguesso, lo hemoss logrado. Esse tonto de Topotrón no sse imagina la que esstamoss preparando. Ja, ja, ja… —rió con una risa malévola, haciendo sisear la lengua como una serpiente.
Tenía una manera muy peculiar de hablar, pues pronunciaba la “s” metiendo la lengua en el hueco de unos dientes caídos, seguramente por podridos, como demostraba su aspecto.
—Sí, ehm, ehhh… sí, Roncho —contestó la otra con aire despistado— Ehm, sí. Sólo hay un problema: ¿cómo vamos a conseguir matar al rey Topotrón?
—¡Buff…! ¡Qué rata máss esstupida! A ver, por décima vez, con loss materialess que hemoss robado fabricaremoss lanzass. Desspuéss, noss colaremoss otra vez en la mina como ssi nada hubiera cambiado. Busscaremoss el momento adecuado, y, cuando Topotrón essté disstraído… ¡Zass! Le embesstiremoss por detráss, le mataremoss, ¡ y noss quedaremoss con la fortuna! —Roncho esbozó una sonrisa doblemente maléfica—. Y cuando noss apoderemoss de la cueva y la issla, haremoss lo missmo con lass demáss isslass; y pronto el mundo, no, ¡el universo será sólo mío!
Si antes estábamos sorprendidos, ahora estábamos estupefactos, no os sabría decir cuánto. ¡Un par de ratas sucias y mugrientas estaban intentando apoderarse del mundo!
Teníamos que avisar al rey Topotrón , ¡y debía ser ahora!
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Me encanta Puchi Smeath y me reí mucho con Roncho y Bugueso.