21. Robo nocturno

Aquella mañana fuecomo todas las demás. Nos levantamos temprano para poder proseguir con nuestra tarea. Hasta las 12 no teníamos que volver, así que nos pusimos manos a la obra.

Mientras Zas y Migui pensaban en cómo hacer el arma, Tom y yo fuimos a asegurarnos de que los materiales seguían allí.

Nos encaminamos al árbol. Una vez allí trepamos hasta donde estaban los materiales… o más bien ¡donde DEBERíAN estar! Porque ¡NO ESTABAN!

Alguien nos lo había robado, pero… ¿quién podría haber sido?

Pensé en los posibles sospechosos; se me ocurrió que podían ser los demás topos, pero rápidamente descarté esa posibilidad: ¿cómo podrían haber trepado al árbol? Además, ¿cómo sabían dónde teníamos los materiales?

Avisé a los demás y enseguida nos pusimos a buscar como locos.

Migui y Zas encontraron unas huellas muy extrañas que llevaban a la otra punta de la isla; así que decidimos seguirlas.

Después de un largo camino llegamos a un claro.

De repente, escuchamos un ruido. Los cuatro nos precipitamos detrás de una roca. Allí permanecimos en silencio.

Más tarde descubrimos que aquel “ruido” era en realidad una conversación y después de un rato conseguimos distinguir dos voces.

No logramos entender lo que decían, así que nos acercamos más hasta que pudimos ver a los misteriosos personajes.

Lo que vimos nos dejó de piedra: ¡eran dos “topos” despojándose de su “piel”!

¿¡Pero qué hacían esos atontados!?