El Diario de Puchi Smeath cuenta las aventuras de un loco explorador felino, que quiere que todo el mundo conozca sus hazañas. Es obra de Marta Bao, una niña de 9 años que gracias a las enseñanzas del Profesor Burro, ha conseguido tener a su gatita Puchi, en la que se está inspirando.
Los cuatro estábamos en nuestras respectivas habitaciones. Reinaba un inmenso silencio: todos estábamos concentrados en lo que habíamos oído, que, por si no os acordáis, era que ¡iban a matar al rey Ropotrón!
No era que nos cayese muy bien, pero había que salvarle.
Muchas ideas rondaban por mi cabeza, pero la única que era posible realizar sin necesidad de magia y brujería era la de fabricar un arma. Pero esa, que era la única posible, no era fácil. ¿De dónde sacaríamos los materiales?
Como no se me ocurría otra idea mejor, decidí comentársela a mis amigos:
—Pero Puchi, ¿de dónde sacaremos los materiales para hacer esa arma? —preguntó curioso Zas—. Que yo sepa, aquí sólo hay piedras y más piedras.
—Lo mismo estaba pensando yo —le contesté—, pero esa es la única buena idea que se me ocurre; ¿tienes tú una mejor?
Zas negó enérgicamente con la cabeza. Los demás tampoco respondieron.
—Si al menos pudiéramos salir afuera —suspiró Migui.
¡Como no se me había ocurrido antes! Tom y yo habíamos escuchado que pronto se organizaría “El día de la cosecha”.
Esta era una fiesta que se celebraba tres días al año y no tenía fecha exacta pues Topotrón la hacía cuando quería.
“El día de la cosecha” consistía en que 10 voluntarios iban al exterior todo un día y una noche y recogían toda la comida que encontrasen; también podían recolectar materiales y si se topaban con algún animal indefenso, se lo llevaban a la cueva para así convertirlo en esclavo.
Al pensar en esto último un escalofrío me recorrió la espalda.
Pero no podía esperar más tiempo. Rápidamente se lo conté a los demás, pues, si nos apuntábamos, podríamos aprovechar para recoger los materiales para la fabricación del arma.
Ellos se mostraron de acuerdo. Ahora lo único que tendríamos que hacer sería informarnos sobre qué día sería el de la cosecha, y después apuntarnos.
Más tarde, después de haber aclarado todo, me sentí más tranquilo. Si seguíamos así, también podríamos intentar salvar a los esclavos, y sobre todo, escapar.
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