El Diario de Puchi Smeath cuenta las aventuras de un loco explorador felino, que quiere que todo el mundo conozca sus hazañas. Es obra de Marta Bao, una niña de 9 años que gracias a las enseñanzas del Profesor Burro, ha conseguido tener a su gatita Puchi, en la que se está inspirando.
Estábamos muy entusiasmados con nuestro trabajo. Ahora quedaba la parte más difícil: conseguir un puesto de trabajo en la mina y hacernos pasar por topos de las profundidades.
Esa tarde decidimos cuáles serían nuestros siguientes pasos cuando cayera la noche (los topos de las profundidades odian la luz y duermen de día).
El caso es que cuando llegó la noche, nosotros ya estábamos vestidos (no se notaba para nada que eran disfraces) y además muy bien preparados: sabíamos todos los movimientos que íbamos a hacer.
Los cuatro estábamos muy nerviosos, pero también sabíamos que no estábamos solos, que éramos un equipo; esa era la única manera de SOBREVIVIR en aquella isla, mientras esperábamos que viniesen a buscarnos.
Había llegado el momento, nos pusimos en marcha y llegamos a “Ciudad Profundia”, la villa subterránea más grande de la isla ( y donde también vivían la reina, el rey y sus soldados, obreros y demás).
Bueno, volviendo al caso, en unos minutos nos presentamos ante el Rey de los topos (que, por si no lo sabiáis, era Topotrón) y su mujer Topomita, la Reina.
El disfraz funcionó. ¡Vaya si funcionó! Los Reyes (que, por cierto, no eran más listos que una piedra) pronto nos dieron un trabajo como picadores en la mina más cercana, y también un lugar donde vivir. Nos dejaron vivir juntos creyendo que los dos topos que veían ante sus ojos eran hermanos (no olvidéis que estábamos disfrazados por parejas y sólo había dos disfraces).
Al rey Topotrón le habíamos caído simpáticos: no recibía muchas visitas últimamente. Él no sospechaba nada ni de quiénes éramos ni de dónde veníamos.
Pronto nos acstumbramos a trabajar como picadores en la mina. Era un trabajo muy duro y pesado, aunque de vez en cuando teníamos algo de tiempo para descansar, pero muy poco.
Conocimos a más topos, pero la verdad ninguno era muy agradable, y mucho menos listo.
Así iban pasando los días, duros y sombríos, y las esperanzas de que viniesen a rescatarnos se agotaban.
Hasta que un día…
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