Cocinar no es un juego. Lo que hagamos aquí vamos a comérnoslo; así que mucha atención, disciplina, buen gusto y ganas de trabajar. Cada quince días una historia y una receta que podéis preparar vosotros mismos. A cocinar.
El autor de esta sección participa en Libro de Notas con una sección de cocina y otra de lengua.
Hace miles de años, unos 10.000, los hombres y mujeres de las tribus primitivas tenían un problema: no conocían la agricultura, no sabían cómo sembrar ni trabajar la tierra. Por esa razón eran nómadas, es decir, no vivían en un sitio fijo sino que vagaban de un lado a otro en busca de alimentos: plantas que crecían salvajes y de las que comían sus semillas, frutos y raíces; pero cuando se acababan en ese sitio o la época del año no era la propicia, tenían que levantar el campamento y dirigirse a otro lugar donde hubiera comida.
Pero una simple hierba cambió esto. Los granos que crecían en sus espigas proporcionaban suficiente nutrientes, podían sembrarse y crecían con facilidad, y, sobre todo, podían conservarse el tiempo necesario a la espera que una nueva cosecha volviera a llenar las despensas para otro año más. Era el trigo.La humanidad conoció así las ventajas de la agricultura y junto a los campos de cultivo surgieron las primeras ciudades, los primeros asentamientos fijos y las primeras sociedades formadas por muchas personas.
Si el arroz es, como ya vimos hace unas semanas, el cereal fundamental en Asia; en Europa, norte de África y gran parte de América, es el trigo la base de la alimentación (recordad que en la “pirámide alimentaria”, todo lo que hay en la base está hecho con trigo, arroz o maíz… el maíz es el cereal de América).
Normalmente, el trigo se muele y se hace harina. Con ella hacemos pan, pasta, galletas, bizcochos y dulces, empanadillas, croquetas, … tantas cosas que es realmente difícil que pase un día sin que comamos algo que contenga trigo.
Pero hoy vamos a preparar una receta con una forma de trigo muy especial: se trata de trigo molido lo justo para quedar reducido a pequeñas bolitas. Esto, que está a medio camino entre la harina y el trigo entero, se llama “sémola”, pero es más conocido como “cuscús” (a veces se escribe couscous), y es tal vez la forma más antigua de preparar el trigo. Se utiliza muchísimo en la comida diaria de los países del norte de África (Marruecos, Argelia, Libia…), pero también es muy conocido en Francia y zonas de Italia.
Aunque la forma tradicional de preparar el cuscús es bastante laboriosa y se requiere de una cacerola especial llamada “cuscusera”, en el súper podéis encontrar seguramente “cuscús precocido”, que se prepara en unos minutos.
El cuscús se suele preparar como acompañamiento al plato principal, pero la receta de hoy es un postre marroquí denominado Safaa o Seffa, y por supuesto, dulce.
Personal:
– 1 ó 2 Infantiles (más de 10 años)
– 1 adulto
Ingredientes:
– 250 g. de cuscús precocido
– 150 g. de almendras tostadas picadas (podemos hacerlas en casa, pero también las venden ya hechas entre los alimentos de repostería)
– 100 g. de pasas sin pepitas (sultana), o bien fruta escarchada.
– 50 g. de mantequilla sin sal
– 4 cucharadas de azúcar
– 2 cucharadas de miel
– Agua de azahar (opcional, también la encontraréis en la zona de repostería del súper).
– Canela en polvo
– Azúcar glass
Materiales:
– Un par de cacharros medianos donde hervir agua
– Sartén mediana-grande
– Cuchara de madera
– Plato de servir
Primero preparamos el cuscús según las instrucciones del paquete, aunque lo normal será dejarlo en agua previamente hervida unos minutos (ojo a las cantidades). Si no hay cuscús –vaya por Dios– puede hacerse la misma receta con fideos finos hervidos (al fin y al cabo, también son de trigo).
Preparamos las uvas pasas de forma similar: calentando agua hasta que se formen algunas burbujas (no hace falta que empiece a hervir) y entonces la retiramos del fuego y echamos las pasas dentro. De esta forma se hincharán en unos minutos y se quedarán como pequeñas uvas (que, al fin y al cabo, es lo que es una pasa).
En un vaso diluimos la miel en dos cucharadas de agua con la ayuda de una cucharilla (la receta original utiliza “agua de azahar”, que es muy aromática porque está hecha con flores de naranjo, pero si no la tenéis, agua normal bastará).
Mientras tanto, en sartén mediana a fuego muy suave ponemos la mantequilla y la ayudamos a resbalar sobre el fondo de la sartén con una cuchara de palo para que no se queme. Cuando esté casi completamente derretida añadimos la miel, el azúcar y las almendras picadas, y removemos con la cuchara durante un par de minutos.
Escurrimos el cuscús y lo añadimos a la sartén, mezclándolo todo bien con la cuchara de palo y apagando el fuego inmediatamente. Por último, ya con el fuego apagado, añadimos las pasas remojadas bien escurridas de agua y lo mezclamos todo muy bien pero con cuidado.
Ahora lo llevamos a un plato dándole forma de montaña, y lo decoramos espolvoreando canela y azúcar glass por encima. Suele hacerse formando dibujos de rayas, y coronando con unas almendras tostadas (eh, también pueden usarse pistachos pelados. Tenéis más ideas en este enlace)
Aunque esta es la forma tradicional de presentarlo, y luego se aparta cada uno a su plato (se toma como postre, pero también como merienda acompañando de leche tibia), también podéis llenar moldes de silicona de cuscús dulce y desmoldarlos con cuidado en platos de postre, poniéndoles luego la canela y el azúcar en polvo.
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