Pequeño LdN


Con las cosas de comer, por Miguel A. Román

Cocinar no es un juego. Lo que hagamos aquí vamos a comérnoslo; así que mucha atención, disciplina, buen gusto y ganas de trabajar. Cada quince días una historia y una receta que podéis preparar vosotros mismos. A cocinar.
El autor de esta sección participa en Libro de Notas con una sección de cocina y otra de lengua.

La boda de Burán

Miguel A. Román | 1 diciembre 2012

Bagdad era una fiesta. Nunca se habían visto mayores galas ni lujos en una shadí, la boda real. Algunos incluso afirman que jamás se volverán a ver.

No era para menos. El novio era el poderoso califa de Bagdad, Abdulah al-Mahmun, apuesto y culto, hijo del mítico Harum al-Rashid, el mismo del que se cuentan magnificencias sin mesura en las leyendas de “Las mil y una noches”. De la grandeza de su reinado es muestra la Bayt al-Hikmah, la Casa de la sabiduría, el mayor centro intelectual de la historia del Islam, que ha reunido bajo su techo a los más eminentes sabios de la época.

Y la novia, la bellísima Burán, joven, dulce e inteligente, hija del Gran Visir del califato Hasan ibn Sahl, el segundo hombre más poderoso de aquel imperio que se extendía desde India a Marruecos. El califa le ha ofrecido a su prometida entregarle cualquier cosa que pida como regalo de bodas. Ella, prudente, ha pedido el perdón y la libertad de Ibrahim, quien hace años conspiró contra el califa, y el permiso para que Zubayda, la reina viuda, pueda, a pesar de su estado, hacer la peregrinación a la Meca, como estableció el profeta Mahoma (la paz y bendición de Alá sean con él).

Fue en el año 825 (año 210 según el calendario musulmán). Las crónicas cuentan que tanto el califa como el padre de la novia no han reparado en gastos y muestras de lujo y poder. Cientos de invitados han remontado el Tigris en barcos fletados especialmente para la ocasión y se alojan en los suntuosos palacios que bordean la ribera del río. Todos ellos han recibido regalos, tierras, sirvientes o caballos, como muestras de afecto.


La novia está lista. La noche antes, en sus habitaciones, sus amigas y algunas familiares le han ofrecido una fiesta y, con tintes de henna, le han pintado manos y pies con delicadas filigranas. Un velo de seda y oro cubre su cabeza y rostro y lleva puesta la badana omeya que le regaló Zubayda, una túnica recamada de rubíes.

En la boda arden velas de ámbar de ballena y se perfuman los recintos quemando el aloe traído desde la India. Los novios, unidos de la mano, reciben las bendiciones sentados sobre un canapé bordado con zafiros.

El qadí recibe los votos de los contrayentes y, jubiloso, proclama: “¡Oh, Alá es el más grande!¡El que todo lo da! Concede que el mutuo amor reine entre estos dos, como así fue entre Adán y Eva, Abraham y Sara, Joseph y Zuleika, Moisés y Séforah, Mahoma y Aisha, Alí y Fátima”.

Al terminar la ceremonia los novios pasan entre los invitados sobre una alfombra de oro tejido mientras llueve sobre sus cabezas, no arroz, sino centenares de perlas finas que ruedan sobre la alfombra recordando los versos de Abu Nuwas: “Son la risa del vino sus burbujas, como perlas dispersas que el agua ensartase en un único collar”.

Todavía nos quedan dos cosas de aquella boda: que los árabes, cuando en algo se gasta mucho dinero, dicen que es “como la boda de Burán” (urs-Buran), y la receta de un suave guiso dorado que estuvo entre los platos principales en el banquete de bodas que, dicen, duró varios días:

al-Buraniyya, que dicho en español es Alboronía.

Necesitaremos
  • 2 berenjenas
  • 2 membrillos maduros
  • 200 gr de calabaza (sin corteza) (o bien 2-3 calabacines)
  • 200 gr de tomates rojos (o una lata de tomate triturado)
  • 1 cebolla mediana
  • Aceite de oliva virgen extra
  • Pimentón y sal gruesa

Y también

  • Una olla mediana
  • Una sartén grande
  • Una cuchara de madera
  • Un escurridor de verduras
  • Cuchillos con borde de sierra

Cortamos en trozos las berenjenas, la calabaza y los membrillos pelados y los ponemos en una olla cubiertos con agua y un puñadito de sal gruesa; la ponemos al fuego y lo dejamos cocer, quince minutos contando desde que empiece a hervir.

Mientras tanto, picamos la cebolla y ponemos una sartén grande con un poco de aceite a fuego medio y cuando empiece a calentarse añadimos la cebolla y la dejamos hacerse tapada, cuidando de que no se queme. Cuando la cebolla esté tierna añadimos los tomates picados (o la lata de tomate) y terminamos el sofrito añadiendo un poco de pimentón.

Cuando el sofrito esté hecho escurrimos bien las verduras y las añadimos al sofrito, cocinándolo todo junto unos minutos más y revolviendo con una cuchara de madera dejando que se deshagan un poco las hortalizas.

Parecería mentira que un plato tan barato y sencillo fuese una de las estrellas en la lujosa boda de Burán y Al-Mahmun, pero os aseguro que es delicioso, y al probarlo nos podremos sentir como un califa en el lugar del califa.


Comentarios

  1. Apicius [dic 2, 11:09]

    Como siempre Miguel A. una delicia leerte.
    Que pases un buen día a pesar del gobierno.
    Saludos

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