Los bichos

Da igual la edad que tengas, si eres chico o chica, dónde te hayas criado o qué pienses que va a ser de ti dentro de unos años. Seguro que te dan asco los bichos. Cuando has visto una cucaracha enorme, brillante, correteando por el cuarto de baño, seguro que o la has pisado sin mirar, o has salido corriendo entre gritos buscando a alguien que se encargue de ella. ¿Has pensado alguna vez por qué algo tan pequeño te produce tanta repulsión?

Pensemos en algo más agradable. ¿Qué tal un perro, un gato, quizás un caballo? Algún animal, doméstico o no, con el que hayas convivido. Habrás notado que estos animales, sin ser humanos, sin llegar a comprender todo lo que haces o piensas, tienen comportamientos que se parecen a los tuyos. Duermen cuando tú duermes, comen cuando tú comes. Hacen cosas como asearse, jugar, descansar, echar la siesta… Es decir, en cierto sentido estos animales de compañía son casi humanos. La convivencia con las personas hace que desarrollen costumbres que los acercan a nosotros y los distancian del salvajismo. Obviamente, no dejan de ser animales, y procura no olvidarlo cuando tu gato tenga ganas de marcha o cuando un perro te ladre desde un callejón, pero… míralos a los ojos: hay algo de singular humanidad en ellos. Hay algo que los une a las personas.

Ahora coge una de esas imágenes de un primer plano ampliado de un insecto que habrás visto cientos de veces. No solo no verás nada ahí que se parezca a ti, sino que solo verás monstruosidad, algo completamente ajeno a todo lo que conoces. ¿Por qué crees que en tantas películas de extraterrestres, estos se parecen a insectos y a microbios? Porque es lo más cercano y a la vez lo más monstruoso que conocemos. Los ojos compuestos, los cuerpos alargados, chafados, una cantidad disparatada de patas que no hacen distinción entre lo que sirve para moverse y lo que sirve para agarrar, aplastar y estrujar… Las moscas tienen vidas cortísimas, de apenas unas pocas horas, pero siempre se nos dice que si alguna vez hay un desastre nuclear en el planeta Tierra, las cucarachas tendrían más posibilidades de sobrevivir que los humanos. Así son los insectos: contradictorios y fascinantes. Fascinantes por lo repugnantes y ajenos que nos resultan: viven en zonas de tu casa que no sabes que existen, se alimentan de tu basura y tus excrementos y siempre están ahí, revoloteando, observándote.

Hay una antigua película en blanco y negro de la que quizás hayas oido hablar: “La mosca”. En ella, un científico investiga con una máquina teletransportadora, pero en una de las pruebas un insecto se introduce en su cabina, y la máquina, sin saber qué hacer con el cuerpo extraño, los mezcla, creando dos monstruos. Por una parte, un hombre con cabeza de mosca y pata de insecto en vez de brazo. Pero lo más terrorífico es el otro ser: una mosca con una cabeza de humano y un brazo de hombre. Y resulta tan terrorífico precisamente porque las moscas, los insectos, los bichos son completamente inhumanos, son casi extraterrestres. Intenta imaginar, como sucede en “La Mosca”, que podrían estar mínimamente relacionados contigo y sufrirás un terror incomprensible, una náusea total. Los insectos son lo más ajeno a ti mismo que vas a conocer nunca. ¿Y sabes qué? Posiblemente ahora mismo tengas uno al lado tuyo, mirándote sin miedo mientras se limpia las patas.