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El Intercambio Celestial de Whomba, por Guillermo Zapata y Mario Trigo

En el País de Whomba los dioses sirven a los hombres, a cambio de que estos crean en ellos. Cada semana conoceremos un poco más de este mundo y aquellos que se encargan de mediar entre los habitantes de Whomba y los dioses, los encargados de llevar a cabo el “Intercambio Celestial de Whomba”. El autor edita la bitácora Casiopea. Las ilustraciones son de Mario Trigo.

Cuento cuadragésimo séptimo: "La Batalla de Whomba I" (Parte 10 de 17)

Guillermo Zapata y Mario Trigo | 2 julio 2011

Aparecen en el horizonte como copos de nieve en medio del desierto. Dispersos primero, después formando una linea que se va haciendo una pequeña lengua, como un glaciar fuera de sitio. Miles de personas con sus ropas blancas avanzando hacia el interior del valle. A través de las montañas de Gulf.

Como las piezas de un puzzle que se han ido dispersando durante años y de pronto cuadran en una imagen particular, definiendo un momento en la historia de Whomba.

Brutha en la empalizada, tras la puerta, sin poder ver nada. A la espera de la señal de los vigías. Detrás de ella la guardia de Gulf. Apenas mil hombres y mujeres que contienen las respiración. Saben que no será como la última vez. Saben que habrá batalla.

Across y Efna, tras la guardia, junto al resto de los dioses. Esperando su señal, rezando por una salida. Quitándose de la cabeza la imagen que les ha atormentado durante varios ciclos de luna. La muerte de Ebano: Nansi.

Thogos en la ladera sur, acompañando a los estudiantes de Celis que concentran su magia día y noche para evitar que la conexión con el resto de Whomba se acabe, manteniendo abierta una gran ventana en el cielo, una ventana que se replica por todo Whomba. Thogos, que ya no tiene magia, que se limita a anotar lo que sucede, a investigar. Thogos, que se siente inútil en el momento más importante.

Whomba entera observando. Como un espectáculo a la vez ajeno y determinante, sabiendo que el resultado de la batalla marcará su destino, que en el valle junto a las montañas de Gulf se decide su historia. Con el corazón dividido, partido en tres. Seguidores de Nansi esperanzados en que las fuerzas de la paz terminen con los brujos. Seguidores de Gulf confiando en que las fuerzas de la magia terminen con la superstición. Seguidores de los dioses, esperando una intervención divina, un salvamento que parece imposible.

Barlhar, en un vehículo de color blanco, resplandeciente con su túnica nueva, recién lavada. Sonriente director de orquesta, rodeado de fieles. Dios del conocimiento que ya no se nombra por ese nombre. Secreto dentro de un secreto.

Y Celis. Celis también está en su sitio.

Los vigías avisan de la llegada del “Ejercito de la Paz”. En las filas de Barlhar aún hay un segundo de confusión cuando ven las imponentes murallas de Gulf apuntaladas entre las montañas que cierran el valle. Pero las primeras filas, los más convencidos, ni siquiera esperan una orden de Barlhar. Saben lo que tienen que hacer, porque Nansi les ha hablado y les ha dicho que tienen poder para acabar con todo el mal del mundo y que él les estará esperando después.

Gritan, desordenados y caóticos, y bajan la ladera cada vez más rápido. Los vigías de Gulf dan la segunda señal. Brutha agarra su escopeta con firmeza.

—¿Estáis listos?

La guardia de Gulf responde al unísono. Thogos lo escucha apagado desde la ladera y siente una punzada de pánico, intenta distinguir a Brutha entre la gente, pero no lo consigue.

—¡Por la Magia! —grita.

Las puertas empiezan a abrirse lentamente. Al fondo del Valle pueden ver a los seguidores de Nansi, aullando como locos y acompañados de un brillo dorado que parece mágico. Avanzan en orden y se despliegan frente a la empalizada, un poco más alante.

Varios de los miembros de la guardia preparan su magia. Tienen orden de no disparar hasta que el otro bando lo haga. Preparan pequeños escudos de energía mágica. Detrás de ellos, los Dioses menores se han colocado en posición. La energía mágica fluye por el valle y el pelo de la piel se electrifica.

Barlhar sonríe esperando el momento.

Whomba observa la batalla y contiene la respiración cuando el primero de los guardianes de la paz llega cerca de los defensores de la magia.

Un joven se adelanta para detener su avance. Prepara su escudo. El loco aullador salta sobre él, brilla de forma cada vez más intensa. De pronto, un sonido como el de un percutor, pero amplificado, se dispersa a gran velocidad por el valle. Un resplandor y después… carne quemada. El loco aullador ha estallado junto al guardia de Gulf. Brutha siente el terror adueñarse de su cuerpo. Dos de los guardias que la acompañan empiezan a temblar.

Por el valle bajan miles. Miles de bombas. Barlhar ríe.

—Que el poder de la paz se extienda por Gulf —dice.

En Whomba muchos se encogen de miedo. Otros creen ver el rostro de su dios Nansi haciendo de las paz, justicia.

Brutha se concentra, saca su escopeta y apunta al interior del Valle. Se concentra en su magia. Reconoce una energía, parece una distorsión, pero… Ahí está. ¿Barlhar? Los guardias descargan sus rayos contra la siguiente oleada de seguidores de Nansi. Unos estallan antes, otros no llegan a hacerlo y caen heridos o muertos por la potencia de fuego de la guardia de Gulf. En breve llegará la segunda oleada. Brutha intenta abandonar su mente de lo que pasa a su alrededor. Abraza su arma con delicadeza y… dispara.

La bala surca el aire en dirección a Barlhar. El Dios, nota la presencia mágica. La bala trazadera. Sonríe. Saca un escudo blanco y se protege. La bala impacta en el escudo.

Brutha pestañea un par de veces. Como si no lo creyera. Una segunda oleada de aulladores viene hacia allí. La magia cambia. Las balas mágicas de los dioses pierden poder. Brutha tira su arma y concentra su magia. Las manos le brillan. Un destello, dos. Los aulladores caen.

Barlhar hace una señal. Un grupo de quince personas que se encuentra a su lado se dan la mano y entonan un cántico. La energía aparece a su alrededor, como si saliera del mismo aire. Un grito en medio del cántico, un flujo de luz blanca se dirige a Gulf. Impacto en la empalizada. La estructura se resquebraja. Un segundo grupo de cincoe empieza a cantar.

Across da una señal a los dioses y avanzan todos hacia la empalizada. Ponen sus manos sobre la misma y dejar salir su energia. La empalizada se recompone. Dos disparos del flujo blanco más. Resisten. Se escuchan vítores en la empalizada. Los dioses menores sudan. La energia resiste. Barlhar se sorprende. “Tienen dioses”. No lo esperaba.

En el Valle Brutha sigue resistiendo las embestidas de los aulladores de Nansi. La guardia de Gulf se despliega y dispara una y otra vez. Los aulladores, sin embargo, avanzan, avanzan sin parar. Por cada uno que cae, tres más llegan hasta las filas de Gulf. Tres más estallan. Tres más llenan de horror y miedo a los suyos. Brutha piensa un segundo en Morg.

«Están muy cerca», piensa. «Cada vez más cerca».

—!Retirada¡ —grita—. ¡En linea!

La fila de la guardia se retira poco a poco. Los dioses menores notan que, tras la puerta, su energía se desvanece.

—¡Resistid! —grita Efna—. ¡Por nuestras vidas!

La guardia de Gulf está casi en sus puertas. Acobardados, como ratas. Barlhar, triunfante, desciende por el valle junto a los suyos. Escucha los estallidos contra la empalizada y sonríe complacido. Piensa un segundo en su madre y en los otros dioses. Ojalá pudieran verle ahora.

Las puertas de la empalizada de Gulf vuelven a abrirse y los soldados que quedan vivos las atraviesan. Brutha hace una señal a los dioses, que cierran la puerta a su paso y siguen resistiendo. Saca un pañuelo y lanza una señal a la montaña.

Thogos ve el pañuelo de Brutha y saca otro, que mueve contra el viento.

—Ahora —dice.

El grupo de estudiantes de Brutha deja de concentrarse. Las pantallas, de pronto, se apagan. Whomba pierde la conexión de lo que pasa en Gulf. Barlhar lo nota inmediatamente. ¿Que ésta pasando?

—¡Más rápido! —dice el Dios—. ¡A la empalizada! Hay que abrir esa puerta.

Las tropas de Nansi se lanzan a la carrera había las puertas. Brutha camina hacia el interior del pueblo acompañada de sus soldados. Todos los habitantes de Gulf están allí. M

—¿Estáis listos? —dice.

El silencio es signo de afirmación.

—Bien, pues tened cuidado. Celis… ¡Ahora!

Y Celis se concentra. Y deja que la magia se extienda por Gulf.


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