En el País de Whomba los dioses sirven a los hombres, a cambio de que estos crean en ellos. Cada semana conoceremos un poco más de este mundo y aquellos que se encargan de mediar entre los habitantes de Whomba y los dioses, los encargados de llevar a cabo el “Intercambio Celestial de Whomba”. El autor edita la bitácora Casiopea. Las ilustraciones son de Mario Trigo.
Cuento cuadragésimo quinto: "¿Dónde está Celis?" Parte 8 de 17
Guillermo Zapata y Mario Trigo
| 16 abril 2011
Se amaron con los labios y con las manos, con las puntas de los dedos. Se amaron con su sexo y con su piel. Se amaron con furia adolescente y con pasión madura. Se amaron sin consecuencias y sin arrepentimientos.
―Eres la cosa más bonita que he visto nunca― dijo Thogos.
A Brutha se le escapo la risa, rodó por la cama entre carcajadas. Una risa fuerte, altanera, que rompía el silencio de la noche.
―Eres un cursi, Thogos de Malparte.
Thogos se puso rojo.
―No sabía que decir ―se disculpó.
―¿No sabías que decirme? Esto se pone cada vez mejor.
Thogos volvió a abrir la boca para disculparse de nuevo. Balbuceó un “Lo siento”. Brutha volvió a reír, esta vez más bajo.
―¿Disfrutas torturándome? ―dijo Thogos.
―No ―dijo Brutha
Sus ojos brillaban… Se acercó y le besó. Luego se dio la vuelta y se quedó mirando al techo de la habitación. Los dos compartieron el silencio. Por la ventana se veía el cielo estrellado. Empezaba a hacer frío, se estaba agotando ese ciclo de luna.
―Hemos hecho trampas ―dijo Thogos.
―¿Trampas?
―Prometimos acostarnos juntos cuando ésto terminara… y no ha terminado.
Brutha no respondió, seguía mirando al techo y escuchando su propia respiración.
―¿Cúando crees que volverá Celis? ―insistió Thogos.
Brutha se dio la vuelta de nuevo y le sonrió con cierta pereza.
―¿Tenemos que hablar de eso ahora? No quiero hablar de eso. Hablame de esos Garou que viste. Háblame de tu viaje.
A Thogos le llamaba la atención que Brutha pusiera tanto interés e ilusión en un viaje que, para él, no era más que un terrible suplicio de soledad y miedo. El viaje en el que había matado por primera vez…
―Eran lo que nosotros llamamos “hombres lobo”, pero la palabra no les gustaba, ellos se referían a si mismos como Garou y no parecían tenernos mucho cariño. Recogieron las cenizas de Morg y se marcharon. Decían que “El Clan de los Dientes Afilados” hacía mucho que no existía, pero reconocieron a Morg como un igual.
―¿Y venían en barco? ―dijo Brutha con ilusión.
―Si.
Brutha se quedó de nuevo en silencio, pero estaba nerviosa.
―Crees que… ¿crees que puede haber otras tierras más allá del mar?
―Es lo razonable. Esos “Garou” no venían de Whomba.
―Pero lo conocían…
Los dos se quedaron en silencio. Brutha se dio la vuelta y se puso a mirar por la ventana.
―¿En que piensas? ―dijo Thogos abrazándola.
―No sé. En nada. En el cielo.
―¿Que le pasa?
―Creo que hemos pasadotoda la vida atados al cielo, a los dioses, dando por echo que la tierra no era más que lo que vemos, como si no tuviera importancia. Y ahora… quizás hay más tierra de la que pensamos. Más tierra que cielo.
Thogos se rió.
―Eso es imposible ―le dijo.
―¿Por qué es imposible?
Y entonces Thogos le explicó que en su viaje se había orientado por las estrellas, le explicó que creía que el cielo podía ser un mapa, y que había descubierto que era curvo, no plano. Y que dónde había tierra había cielo. Que el horizonte no era más que un… defecto óptico.
―Entonces hay más cielo del que vemos. Más cielo y más tierra ―dijo Brutha, resuelta.
Thogos asintió. Brutha sonrió. Volvieron a quedarse en silencio.
―¿Estás seguro de que el campamento de Loona está abandonado?―dijo Brutha a Thogos de repente, como si le hubiera asaltado esa preocupación.
―Completamente. Lo comprobé, parece que hubo una gran pelea y que los supervivientes se marcharon. ¿Qué le dijísteis a Loona para que decidiera desmontar el campamento?
Brutha guardó silencio.
―Le dije la verdad.
Thogos supo que Brutha no iba a comentar nada más sobre el asunto.
―¿Cuando va a volver Celis? ―insistió Thogos.
Brutha suspiró.
―Eres un pesado.
―Y un cursi ―añadió Thogos.
―Eso.
Brutha suspiró.
―No sé cuando va a volver Celis. No sé si hicimos bien en dejar que se fuera, ni si hicimos bien en confiar en la palabra de los dioses menores, cosa que en éste caso es responsabilidad mía. Celis se empeñó en ser ella la que cerrara el pacto. Creo que no se fía de ellos… y no me extraña. Se supone que debía ir a Karsash, firmar el acuerdo y volver con ellos aquí. Pero no sabemos nada de ella. No quiero ni pensar en lo que pasaría si llegara antes ese Nansi y su ejercito y no están aquí.
Brutha lo había soltado todo de golpe, sin respirar casi. Thogos sabía que las referencias al “ejercito de Nansi” no eran descabelladas, en las últimas jornadas de su viaje había visto a grupos de personas vestidas completamente de blanco dirigiéndose a algo llamado “La Caravana de la paz” y que capitaneaba el “nuevo Dios Nansi”.
―Ya se nos ocurrirá algo ―dijo Thogos sin mucha convicción. Luego le sonri .
―Ya se nos ha ocurrido algo… Pero necesitamos a Celis.
Brutha. Volvía a estar preocupada. Le acarició el rostro.
―Me alegro de que hayas vuelto.
Se besaron de nuevo. Primero despacio y luego con más intensidad. Brutha cogió la mano de Thogos y la acercó sobre sus pechos, que empezaron a acariciarla. Thogos siguió besándola en los labios y en el cuello.
Despertaron con el sonido de las campanas de la empalizada. Antes de que Thogos estuviera siquiera de pie, Brutha ya se había vestido, cogido su arma y salido de la habitación. Antes de que Thogos llegara a la calle ella ya estaba a los pies de la empalizada subiendo peldaño a peldaño hasta las torres de vigía.
El corazón de Brutha le bombeaba en el pecho hasta calentarle las mejillas. Cuando llegó arriba el aire ya ni entraba ni salía. El vigía le señaló un punto indeterminado en medio del Valle casi en el lecho de las montañas. Brutha forzó la vista, casi sin aliento.
Brutha sonrió.
Era Celis, venía acompañada de una comitiva de lo más extraña. Estaba el Dios Nur, pero también Across, Efna y otros dioses menores con los que había tratado en el pasado. Celis portaba un bello paraguas de color morado y parecía una auténtica dama señorial… Brutha rompió a reír. Quizás aún había esperanza.
Bajó de la empalizada y se encontró con Thogos.
―¡Aquí tienes a tu maestra!― le dijo.
Salieron del campamento e iniciaron el descenso fruto del puro entusiasmo. Thogos se asustó un poco al ver a hombres carneros, campesinos ciegos, niñas, serpientes parlantes, etc. Al verle, Celis tiró el paraguas y corrió hasta él. Le abrazo con una intensidad que casi le hace crujir los huesos.
―¡Mi mejor estudiante!… Has tardado mucho en volver. Espero que lo anotaras todo como te dije.
Celis miró a Brutha
―Tenemos que hablar ―su voz se había vuelto seria de repente.
―¿Que sucede? ¿Habéis firmado?
―Están de acuerdo y el pacto está redactado, pero lo firmaremos cuando ésto haya terminado y ellos hayan defendido la muralla.
Brutha miró por encima de Celis al grupo de dioses menores y casi parecían asustados.
―Los tengo controlados ―dijo Celis con una sonrisa.
―¿Dónde está Mighos? ―dijo Brutha un tanto inquieta
―Tranquila. Tenía algo que hacer antes de venir. Ese pobre fanático cree tanto en si mismo que piensa que el futuro está decidido de antemano y que tiene cosas que hacer antes de irse. Me gustaría verle fallar si no fuera porque parte de sus predicciones es que todo nos va a salir bien.
―¿Eso te dijo? ―dijo Thogos.
―Me lo enseñó. Una playa, unos barcos, los dioses menores marchándose, Whomba libre.
―No es una mala visión.
Celis volvió a su tono serio.
―El problema es que no es más que eso. La situación no nos es favorable. Hemos tenido que dar un rodeo para venir. El ejercito de Nansi está muy cerca.
Brutha sintió un escalofrío.
―Son miles, decenas de miles y… Brutha, he visto lo que pueden hacer con su magia. Esto no va a ser nada fácil.
Celis rebasó a Brutha en dirección a Gulf. Brutha miró a Thogos. No iba a ser fácil. ¿Acaso alguna vez lo había sido?