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Empezaré a contaros mi historia por el principio : mi infancia.
Mi infancia…¡ah, mi infancia!. Cuando nací, lo hice en una casita a las afueras de Londres. Tenís dos pisos con ocho habitaciones en total. Era de madera, con ventanitas pequeñas para que nos cogiera el frío. Cuando entrabas veías el salón principal : espacioso y acogedor. Pared y suelo marrón, donde destacaban unos muebles muy coloridos y antiguos; en una de las paredes había una gran chimenea y todos nos poníamos alrededor de ella, muy apretujados, en las frías noches de invierno. Lo que más me gustaba de aquella habitación era un cuadro grandísimo en el que estaban puestas las fotos de todos los que vivían en la casa. ¡También estaba yo!.

Conmigo vivían mis abuelos, Pepita y Jerry, mi queridísima madre que se llama Luna y por supuesto el mejor cazador de ratones de Londres : ¡mi padre!. De él aprendí todo lo que sé.
Os preguntaréis cómo era yo. Si no lo sabéis : mirad esta foto.

¡Soy un siamés! Habéis acertado. El tiempo transcurría tranquilamente hasta que llegó el momento de ir a la escuela. Yo no quería. Menos mal que allí conocí a un mapache simpatiquísimo que se llamaba Tom y los dos nos hicimos inseparables. Un día de verano, yo estaba repanchingado en el sofá, cuando alguien llamó a la puerta. Fui a abrir. No era el cartero, ni tampoco mi amigo Tom. Era…