El Diario de Puchi Smeath cuenta las aventuras de un loco explorador felino, que quiere que todo el mundo conozca sus hazañas. Es obra de Marta Bao, una niña de 9 años que gracias a las enseñanzas del Profesor Burro, ha conseguido tener a su gatita Puchi, en la que se está inspirando.
A la mañana siguiente, todos los piratas se encontraban aún dormidos cuando nosotros nos despertamos, tal como sospechaba. ¡Qué lista fue Migui cuando cogió la planta!
Entonces lo que hicimos sin perder más tiempo fue coger los mandos del barco. Teníamos que ser rápidos pues los efectos de la planta se pasarían en unas horas.
Yo, por supuesto, me puse al timón y me dirigí hacia el Norte, pues según la brújula y el mapa era donde estaba Cuba, nuestro hogar.
Llegamos en pocas horas, estábamos más cerca de Cuba de lo que pensábamos.
Por suerte, cuando llegamos los piratas todavía estaban dormidos, así que bajamos y soltamos amarras. Vimos como el barco se alejaba mar adentro, el mar estaba tranquilo y cuando los piratas se despertasen ya enderezarían el rumbo del barco.
¡Al fin éramos libres! Ahora podíamos ir ya a reunirnos con nuestras familias.
Nos despedimos de Zas y Migui (ellos iban por otro camino) y nos dirigimos a casa, a casa, casa ¡qué bien sonaba esa palabra!
¿Cuánto tiempo había pasado desde que naufragamos? Meses, seguro; quizás hasta algún año. Habíamos perdido la noción del tiempo, no sabíamos en qué fecha estábamos.
Por fin llegamos a casa. La puerta estaba cerrada y no estaba la llave en el lugar de siempre, así que entramos por la ventana, que estaba abierta.
No habíamos dado ni medio paso cuando una voz nos sorprendió. Eran nuestros padres, con los ojos llenos de lágrimas.
—¡Puchi! ¡Tom! ¡Qué alegría que hayáis vuelto! —dijo mi madre.
—¡Os buscamos por medio mundo! ¿Dónde estabais? —añadió mi padre.
Les contamos todo lo que nos había sucedido. Todavía creo que no se creyeron todo lo que les dijimos.
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¿Se acabó ya el Diario de Puchi? A mí me gustaba mucho y quiero que siga
Pues claro que va a seguir!