28. Unas babosas gigantes

Barba-Miaucho nos entregó un aparato. Según nos dijo, servía para localizar los ingredientes para preparar su comida tan “apetitosa”.
Emprendimos la búsqueda. Nos dirigimos hacia el pantano del miedo.
El pantano del miedo hacía honor a su nombre: era de un color verde muy pálido, parecido a las babas de un caracol… o de una babosa; desde la superficie se veían salir burbujas. ¡A saber que criatura tan misteriosa vivía en aquel lugar!

Muy pronto lo descubriríamos, pues nos dimos cuenta que en el aparatito estaba parpadeando una lucecita roja.
Tom fue el primero que se zambulló. Nosotros esperábamos que Tom nos diese la señal, pero pasaban los segundos y Tom no aparecía.
Cuando ya llevaba un montón de tiempo sumergido, empezamos a preocuparnos.
Yo no quería volver a perder a mi amigo, así que me lancé en su búsqueda.
Tras nadar un rato encontré a Tom. No respiraba y estaba muy débil; se había quedado atrapado en unas algas.
Con las pocas fuerzas que me quedaban conseguí llevar a Tom a la superficie. Deseaba con toda mi alma que no hubiese sido demasiado tarde.
Tom estaba inconsciente, no daba señales de vida, así que le hicimos la respiración boca a boca. Justo cuando Tom empezaba a expulsar todo el agua que había tragado y a recuperarse, oímos un gran ruido.
Mientras Zas y Migui se quedaban con Tom, yo fui a ver que era lo que había hecho tal estruendo.

Me dirigí a unos árboles (que era de donde provenía el ruido) y entonces lo vi. Al principio sólo distinguí una sombra negra. Pero luego pude ver con claridad a aquel monstruo: ¡una babosa de más de cuatro metros con un solo ojo en la frente se estaba acercando!

Corrí a avisar a los demás.