En Un hombre feliz mandan su título, los tiempos vacíos, algunas miradas aguantadas en exceso y cierta tensión que, algunas veces, se respira en el ambiente. La inocencia de este personaje nos regala una visión sencilla de nuestro entorno… Esto es así, claro, siempre que no nos interrumpa “el payaso Patricio” con su actitud rebuscada, humana y superficial. Por lo demás todo sucede con habitual y monótona normalidad…
Su autor, junto con otros titiriteros, enloquecen en La Livingston.
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¿Que seríamos sin esas tranquilizadoras estructuras?