En época de crisis, dos jóvenes aficionados a los videojuegos pretenden salir adelante convirtiendo su principal pasatiempo en una forma de ganarse la vida, lo que les lleva a situaciones surrealistas y provocadoras con las que todos los que hemos tenido un mando de consola entre las manos podremos identificarnos. El escritor de esta historia, que veremos cada quince días, es Danda, que tiene un blog particular, y están realizadas por Nacho MG, dibujante aspirante.
Sito llevaba dos horas sentado delante del ordenador mirando fijamente la pantalla. Riqui estaba acostumbrado a los excesos de Sito, pero aquello era demasiado.
-¿Qué haces ahí tieso en vez de jugar? Pareces un árbol…
-Alguien está subastando en internet una consola como la que me quemó mi abuela. Eso me pasa por listo… ¿Sabías que la versión normal del Tetris de NES tiene final? De hecho tiene varios. Pero no, le tuve que poner una versión hackeada ilimitada y siguió jugando hasta que aquello reventó. ¡Si seré idiota!
-¿Y qué tiene esta consola que están subastando de especial para que estés ahí como hipnotizado? Que yo sepa no es difícil conseguirlas. Si me dijeras todavía una TurboGrafx, que nunca salió a la venta en Europa…
-Sí, pero es que estoy sin blanca y últimamente las NES parece que se están vendiendo bastante caras. En esta subasta el vendedor se equivocó al escribir el nombre de la consola, que ha puesto “Nimtendo”, así que no sale en las búsquedas y por eso hay muy pocos pujadores. El precio final será más bajo de lo normal, y el último que puje se la lleva. ¡Yo seré el último!
-Es la primera vez que oigo a alguien con ganas de ser el último en algo. Pues nada, entonces no te molesto más…
Sito siguió mirando la cuenta atrás. Diez minutos. Nueve minutos cincuenta y cinco segundos. Nueve minutos cincuenta segundos…
Una llamada en el móvil volvió a romper su concentración. Miró el número: era Isa. ¡Con lo que le gusta hablar! Si lo cogía, corría un serio riesgo de perderse el instante decisivo de la subasta.
Pero, por otro lado, ¡era Isa!
-¿Diga?
-Sito… Estoy un poco deprimida, y he recordado lo que me dijiste de que podía llamarte si lo necesitaba…
-Sí…
-¿Es mal momento?
-Eh… No, claro que no. Cuéntame…
-Pues mira… – Isa empezó a hablar, y hablar, y hablar… Sito miró la cuenta atrás. Seis minutos veinte segundos. – Y después de eso, el cretino de Mauricio no volvió a llamarme. ¡Si será capullo!
-Quizás es que no ha podido. A lo mejor estaba dando una vuelta en góndola y se le cayó el móvil al agua.
-¡¿Pero qué dices?! ¿¿En góndola??
-Eeeh… Sí, bueno, una vez leí en el periódico que le pasó a un director de cine en Venecia. Parece una tontería, pero estas cosas ocurren.
Tres minutos cuarenta segundos.
-Sito, ¿ahora estás en casa?
¿Cómo que si estaba en casa? ¿Es que quería venir y jugar a algo con él? ¡¡Claro que estaba en casa!!
-Ah… Por supuesto… ¿Lo dices… por alguna razón en especial?
-Pues… Era por si podías acercarte al videoclub de tu barrio. Es que en el único que hay cerca de mi casa la última de Sandra Bullock ya está alquilada, y me apetecía mucho verla. ¿Podrías ir a preguntar si…?
A Sito le estallaba la cabeza sólo con la idea de ver una película de Sandra Bullock, pero… al menos podría verla con Isa.
-Vale, iré a ver si la tienen. Pero en cinco minutos, ¿vale?
-Ay, muchas gracias, ¡eres un cielo! Ahora mismo voy a llamar a Mauricio, y si no se le ha caído el móvil a ningún canal, espero que quiera verla conmigo. ¡Chao!
Sito dejó el móvil al lado del ordenador y se quedó mirando al vacío durante unos instantes. “Si seré idiota”, pensó. Un instante después, se acordó de la subasta.
¡Quince segundos!
Corrió a introducir la puja. El ordenador le pedía su clave de acceso. Tecleó a toda velocidad. Se equivocó. Volvió a teclear la clave. Trató de introducir la cantidad, pero en la pantalla apareció el mensaje que más temía:
“Es demasiado tarde para realizar la puja.”
-¡Grrrr!
—————————————
Dos semanas después, Sito paseaba por el rastro buscando cartuchos para su vieja Game Boy. En un puestecillo había una consola igual a la de la subasta, un poco sucia pero en perfecto estado.
-¿Por cuánto la vende, jefe?
-¿Esta? Por cuatro euros es tuya.
¡Cuatro euros! Alquilar aquella maldita película que quería ver Isa a precio de novedad casi le había costado más. Pero incluso sumando los dos gastos se había ahorrado un dinerito, y al final ni siquiera tuvo que ver la película con ella. Si es que hasta los mayores contratiempos acaban por tener su lado bueno.
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