El Diario de Puchi Smeath cuenta las aventuras de un loco explorador felino, que quiere que todo el mundo conozca sus hazañas. Es obra de Marta Bao, una niña de 9 años que gracias a las enseñanzas del Profesor Burro, ha conseguido tener a su gatita Puchi, en la que se está inspirando.
Nos habíamos quedado en una puerta, ¿no?
Puchi y Zas estaban intentando abrirla. Ellos creían que detrás podían estar Tom y Migui.
Seguramente estáis pensando que yo, Rufus, soy un pesado y que es mejor que continue con la historia. Pues tenéis razón, así que os dejo y espero que disfrutéis la historia.
¡Qué cosa tan rara! La puerta no tenía ninguna cerradura. ¿Cómo podríamos entrar?
Zas y yo buscamos todos los modos posibles de poder abrir la puerta.
Zas, desesperado por si su hermanita se encontraba mal, tocaba las paredes en busca de algún mecanismo que pudiese abrir la puerta.
De repente se oyó un ruido. Fue algo así como un “¡CRACK!”
Yo le pregunté a mi compañero que había pasado. Él no me respondió. Estaba mirando hacia el techo. Se quedó pálido. ¡El techo estaba bajando!¡Era una trampa!
Mientras yo me estrujaba el cerebro, Zas sudaba a cántaros, esperando un milagro que nos salvase.
El techo estaba ya por la mitad cuando Zas gritó:
—¡Puchi, piensa algo! Dentro de poco nos aplastará.
Una manera de salir sería abriendo la puerta, pero esa la tendríamos que descartar, pues no sabíamos cómo.
Por suerte se me ocurrió una idea. Me puse a excavar ferozmente. Mi compañero me miraba incrédulo.
—Ya te lo explicaré más tarde —le dije—. Venga Zas, ¡no hay tiempo! ¡Ayúdame a cavar!
Entre los dos conseguimos hacer un pequeño agujero en el que, al menos, cabíamos los dos.
Nos apretujamos allí. El techo estaba a solo un palmo del suelo. Pasado un minuto ya había tocado el suelo. Fue entonces cuando Zas comprendió mi plan (que era excavar para hacer un túnel que nos sacase de aquella trampa).
Entre los dos nos pusimos a escarbar con gran brío y llegamos hasta un túnel subterráneo. ¡Por mil ratones, pero qué era todo aquello?
Seguimos por el túnel y después de llevar un buen rato caminando empezó a ascender, llegamos a unas escalerillas por las que subimos hasta llegar a una trampilla. Era muy pesada, pero los dos empujamos con todas nuestras fuerzas y conseguimos levantarla.
Al salir de allí, vimos que nos encontrábamos en otra sala y allí, enfrente de nosotros, había otra puerta (¡ésta de color rojo!, sería para que destacase más). Intentamos abrirla pero también estaba cerrada y tampoco se le veía ninguna cerradura.
¿Qué íbamos a hacer ahora?
Nosotros dos estábamos muy cansados y hambrientos, prácticamente sin fuerzas.
¿Encontraríamos algún día a Tom y a Migui, sanos y salvos?
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¡Qué intriga!
La verdad es que yo también estoy intrigada. ¿Encontrarán a Tom y Migui sanos y salvos? No tardes en contárnoslo.