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Jugadores de Fortuna, por Danda y Nacho MG

En época de crisis, dos jóvenes aficionados a los videojuegos pretenden salir adelante convirtiendo su principal pasatiempo en una forma de ganarse la vida, lo que les lleva a situaciones surrealistas y provocadoras con las que todos los que hemos tenido un mando de consola entre las manos podremos identificarnos. El escritor de esta historia, que veremos cada quince días, es Danda, que tiene un blog particular, y están realizadas por Nacho MG, dibujante aspirante.

Relato #2: La primera batalla

Danda y Nacho MG | 9 abril 2011

-¡Ya hemos perdido demasiado tiempo! ¡Debemos ser más productivos!

Sito pegó un bote, sorprendido por la inesperada irrupción de Riqui. ¿A qué se refería? ¿Había visto la luz y quería hacerle ver que habían malgastado incontables horas de su vida jugando sin descanso? Esos temores prácticamente se confirmaron cuando Riqui se sentó a su lado y le preguntó nervioso:

-¿No piensas a veces que sería mejor que trabajásemos un poquito?

-Ay, Riqui… Ya sabes que no hay forma de encontrar trabajo. Si es que al final vamos a tener que emigrar…

-¡De eso nada! Además, me refería a lo de jugar. ¿No recuerdas que habíamos creado el equipo para poder jugar como profesionales?

-Ah. Eso. Pues es verdad…

-Habrá que buscar algo, ¿no? Y hacer correr la voz de que estamos disponibles.

-Sí…

Pasaron tres semanas. Y ahora era Sito quien llegaba corriendo dando voces.

-¡Riquiiiiii! ¡Al fin! ¡Que nos contratan! ¡Llama a todo el equipo!

Una hora después, Isa y Cholo se reunieron con ellos en casa de Bernabé, un chaval del barrio que ahora se encontraba un poco confundido al ver su pequeña habitación invadida por los cuatro amigos.

-Vaya… Habría bastado con que viniera uno de vosotros. Sólo necesito que alguien me pase el jefe final de “Bullet Hell Ballet Raiser”, que se me ha atravesado y no hay forma. Si juego un minuto más voy a acabar tirando el mando contra la pared, y seguro que vosotros me salís más baratos.

-Bueno, sin problema. Si nos disculpas un segundo, Bernabé, necesitamos un minuto para una minirreunión organizativa. – Sito sacó al resto del equipo al pasillo. – Huy, pues no había caído en ese detalle… Quizás no necesitábamos venir hasta aquí todos.

-¡¿Y lo dices ahora?! – rugió Isa – ¡He tenido que coger dos autobuses para venir hasta aquí! ¿Ahora me los pagas tú?

-Uh… Tranquila, que lo podrás pagar con tu parte de los… eh… diez euros que nos ofrece. Si eso, juguemos una vida cada uno, y no importa quién gane, lo repartimos a partes iguales. Somos un equipo, ¿eh?
-¡Y un cuerno! ¡Yo me piro! – y dicho esto, Isa salió de la casa dando un portazo.

Sito hubiera deseado mantener el equipo unido, pero tampoco era buen momento para ponerse a reñir en casa del cliente. Volvió a entrar en la habitación del confundido (y algo irritado) Bernabé y trató de charlar con él.

-Vaya juego, ¿eh? Estos japoneses programan cada cosa…

-Los mato. Es que los mato. ¡Esta es la última vez que les compro uno de sus shooters ultradifíciles! En cuanto me saquéis este trofeo, vendo la consola y me compro una 360. ¡No lo aguanto más!

-Tranquilo, chico, tranquilo… Para eso estamos nosotros. Ningún juego volverá a humillarte.

-Deja de venderme la moto, anda. – atajó Bernabé. – Si podéis pasaros el jefe pasároslo, y si no, pasad de mí. Ahora me largo un par de horas a echar un partido al polideportivo, y a ver si lo habéis conseguido para cuando vuelva.

-Eh… Tranqui, chico, que esto nos lo hacemos nosotros con la punta del pulgar.

UNA HORA DESPUÉS

Riqui se secó el sudor y miró a Sito completamente derrotado.

-Nada, no hay forma. No puedo con ello.

-Yo tampoco. – admitió Sito – Es demasiado, no hay por dónde cogerlo…

-Oye… – Riqui de pronto cayó en la cuenta de algo – ¿Y Cholo?

-¿Y Cholo?

-Sí, ¿le has dicho a Cholo que lo intente?

-Eh… Pues no se me había ocurrido. Como no me había dicho nada…

-¿He oído bien? ¿Me acabas de decir que no se lo has pedido a Cholo porque “no te había dicho nada”?

-Vaya, Riqui, a veces haces que me sienta estúpido. También es que hace una hora que no lo veo. ¿Dónde anda? ¿Cholo? Maldita sea… ¿Te has ido? – miró a Riqui – ¿Cholo también se ha ido con Isa?

-Voy a llamarlo al móvil a ver.

Riqui sacó su móvil y marcó el número de Cholo. La sintonía de “Misión imposible” empezó a sonar, atenuada, en alguna parte de la habitación. Por tanto, Cholo estaba allí… ¿Pero dónde?

Tras buscarle durante un rato, le encontraron… ¡metido en el armario! Cholo estaba acurrucado entre unas camisetas deportivas, observando en la pequeña pantalla de su iPod una batalla entre naves espaciales de un capítulo de “Battlestar Galactica”.

-¡¿Pero qué haces ahí?!
-Documentarme.
-¿Y no lo podías hacer fuera?
-Deslumbraba.

Cholo salió del armario, agarró el mando de la consola y empezó a jugar… por llamarlo de alguna forma. Colocó la nave en la esquina superior derecha de la pantalla y apretó todos los botones de disparo a la vez.

-¿Qué estás…? – empezó a preguntar Sito. Pero no llegó a completar la pregunta: en ese instante, el jefe final estalló en un ramillete de fuegos artificiales. Cholo había completado el juego.

UNA SEMANA DESPUÉS

Sito se estaba zampando un suculento bocadillo de queso y salchichón cuando sonó su móvil. Era Bernabé.

-Hola… ¿Qué tal, estás contento fardando con el 100% de los trofeos del dichoso juego? Tus amigos estarán dándote palmaditas en la espalda…

La respuesta no fue exactamente la esperada.

-Pero desgraciados, ¡¿qué habéis hecho?! Catacomb Software acaba de anunciar que “Bullet Hell Ballet Raiser” tiene un bug que impide pasarse el jefe final, y promete un parche para el mes que viene. ¡He quedado como un tramposo! ¡Todos se están riendo de mí y a lo peor hasta me banean por hacker! Me habéis metido en un buen lío…

-Eh… Ah, pues… Oye… Gggh… – Sito empezó a simular ruidos guturales – Que no te oig… FFFff… Ah, qué mala cobertura tengo, se oye… Gggghhh… fatal…

Sito colgó la llamada y desconectó el móvil. Durante un mes, trataría de evitar las llamadas de Bernabé. Además, tomó nota mental de que la próxima vez tendría que advertir a Cholo de que no consiguiera cosas imposibles. Aquel exploit les había explotado en la cara.


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