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El Intercambio Celestial de Whomba, por Guillermo Zapata y Mario Trigo

En el País de Whomba los dioses sirven a los hombres, a cambio de que estos crean en ellos. Cada semana conoceremos un poco más de este mundo y aquellos que se encargan de mediar entre los habitantes de Whomba y los dioses, los encargados de llevar a cabo el “Intercambio Celestial de Whomba”. El autor edita la bitácora Casiopea. Las ilustraciones son de Mario Trigo.

Cuento cuadragésimo cuarto: Nansi (Parte 7 de 17)

Guillermo Zapata y Mario Trigo | 2 abril 2011



Si lo viéramos desde el cielo sería un mar de color blanco. El color que es todos los colores. El color de la paz. Una caravana de miles, decenas de miles de ciudadanos de whomba vestidos de blanco, en tiendas de tela blanca, como un velero blanco que se mueve lentamente, ciudad a ciudad, con las velas desplegadas en dirección a las montañas de Gulf.

Se mueven a pie los que no tienen otro medio, a caballo otros, en motos y coches los pocos que pueden permitírselo. Se pintan del color de Nansi, que ya no es de color ébano, sino marfil.

Pero ahora es de noche y solo la luna ilumina el campamento y hace resplandecer los colores de las tiendas y los trajes. Barlhar, antiguo dios del conocimiento y servidor de Nansi, ha sido llamado en presencia de éste. Le han sacado de la cama. Recorre el campamento molesto por llevar los pies descalzos. Alguien dijo que Nansi dijo que había que llevar los pies desnudos y ahora todos los llevan. El blanco se tiñe de rojo cuando la sangre brota después de horas de marcha. Barlhar lo odia. Y odia a los seguidores de Nansi, tan pusilánimes, tan infelices y sin embargo tan alegres. Pero se cuida muy mucho de que se le note. Da gracias por cada minuto de vida que tiene.

Nansi tiene una tienda especial, tejida por los propios acólitos de su credo. Una tienda grande, circular, con un fuego que se enciende cada noche allí dónde se detienen. En el interior de la tienda hay también una cama con doseles blancos y edredones pálidos. Barlhar se repite que el blanco no es un color, que no existe. Que es evidente que hay diferencias entre una tela y otra, que son matices de blanco, pero tampoco lo dice.

Nansi le ha mandado llamar porque quiere un vaso de leche. Barlhar no se lo puede creer.

Nansi le sonríe con amabilidad y le pide que se lo traiga. Le dice que a partir de ese momento solo quiere beber leche. Barlhar está tentado de preguntarle cual es su plan al llegar a Gulf, pero teme que la respuesta le deje aún más preocupado.

Barlhar calla, Barlhar es obediente, ha aprendido a sobrevivir callando lo que piensa, siendo discreto. Trae el vaso de leche, que Nansi se bebe. Luego le pide que le arrope. Dice que se siente frágil, dice que en el mundo hay mucho dolor y que él puede sentirlo todo. Le dice que quiere amar a todas las criaturas de whomba, pero que no se dejan. Barlhar le apacigua. Luego se marcha a su propio camastro de su propia tienda. Se cuida, sin embargo, de circular un poco entre la gente. La gente le conoce, le mira con distancia y respeto. Es el hombre de confianza de Nansi. No saben lo que el sabe. No saben nada. Le saludan y le llaman “El oído”. El que escucha a Nansi. Barlhar sonríe beatíficamente y responde con cariño a propios y extraños y luego se va a dormir.

El campamento de la Paz duerme.

Dos figuras se materializan en la tienda de Nansi. Aparecen de la nada. Dos jirones de viento que se hacen sólidos: túnicas oscuras que no les cubren el rostro. Dos hermanos que son padres: Merher y Marh. Llevan puñales rituales. Van a apuñalar a su hijo. Van a acabar con el bien en la tierra. Van a enmendar sus errores.


Nansi se despierta y ve que los tiene encima. Se olvida de la paz. Se olvida de la leche. Su piel vuelve a ser de color ébano, escucha de nuevo las moscas dentro de su corazón. Se pregunta por un segundo cuando perdió su ansia de sangre. Piensa en Barlhar… Se siente engañado. Un cuchillo se le viene encima. Lo esquiva. Merher salta sobre él como una alimaña. Le golpea en la cara, sangre.

Barlhar despierta, está sudando. Tiene la sensación de que algo va muy mal. Se pone en pie, sale atropelladamente a la noche. El corazón le late como si se le fuera a salir del pecho. Se para a respirar. En seguida se pone en marcha en dirección a la tienda. Hay otras personas que han salido, ve en sus ojos una inquietud similar a la suya. “Finge. Que no parezca que estás preocupado”. Saluda con la mano y camina un poco más despacio. Ya está, ya llega a la tienda. Entra. No hay nadie. Enciende el fuego, que se ha apagado. No hay nadie. La sensación se hace más fuerte. ¿Dónde está Nansi?

Una oscuridad helada. Siente presión en el cuello. Una presión que le impulsa hacia abajo. Las sienes le estallan. Abre la boca para chillar, pero nota que no puede. Siente un torrente de agua fría que le entra en la boca. Resiste. Se revuelve. Nota el filo de un cuchillo que le corta en el pecho. El dolor se hace pulsante. La oscuridad le va envolviendo. Nansi nota que se muere, se rebela, se revuelve, tensa los músculos, impulsa su cuerpo hacia arriba.

El peso que lo aprisiona desaparece. Se pone en pie. Reconoce el lugar, está en la cueva que lo vio nacer y frente a él están sus padres. “Madre vida y Padre muerte”. Madre vida tiene un cuchillo ensangrentado en las manos. Padre muerte le estaba sujetando para ahogarle. Nansi se ve reflejado en el agua, tiene un ojo hinchado y casi cerrado, las cejas sangrando. A la altura del pecho tiene un corte del que mana sangre negra. También le han golpeado en la boca.

«No son quienes me trajeron al mundo, son dioses, dioses como los demás». Ríe. Les mira a los ojos eintenta conectar con sus mentes, pero es expulsado. No es tan fácil, él es carne de su carne. Las moscas zumban en su interior.

Merher se lanza sobre él de nuevo. Nansi le detiene con una mano. Es más alto que él, es más fuerte que él. Le doblega. Marh avanza con determinación, es muy rápida. Le corta de nuevo en el costado. El dolor le hace soltar a Merher. Nansi lanza un puñetazo que impacta en el rostro de Marh. La diosa de la vida sangra por la boca.

Merher sigue atacando con una furia asesina, casi suicida. Nansi devuelve los golpes, pelea como puede, golpea a ciegas. Marh le corta una y otra vez. Es un guiñapo de sangre. Se sumerge un segundo en el agua, se revuelca en el barro que lo vio nacer.

Se levanta, chilla como un bebé, llena los pulmones y llora con odio.

―¿Por qué me odiáis? ¿Por no obedeceros? ¿Por sobrevivir? ¿Por seguir adelante? ¡Quiero vivir!

Grita con toda la fuerza de sus pulmones, el eco retumba en la roca de la cueva. Nansi se concentra, concentra su energía en un punto fuera de sí. Un pequeño brillo de color dorado va creciendo, forma una esfera. Va a hacerlos estallar por los aires.

Merher mira a su hermana. Comparten un segundo de atención, suspiran… Y salen corriendo en dirección a Nansi. Saltan sobre él y se abrazan a su cuerpo. Nansi no entiende lo que pasa, se tambalea, la bola de energía crece. Nansi decide detenerla, no hacerla estallar, pero de pronto escucha un zumbido que proviene de algún lugar junto a él. Padre muerte y Madre vida brillan. Padre muerte y Madre vida tienen los ojos de color dorado.

―Todo lo que vive… ―dice Marh, aceptando el destino del que lleva huyendo toda su vida.

―…Muere ―dice Merher, comprendiendo por fin que lugar ocupa en el mundo.

Nansi chilla aterrorizado. La bola de fuego crece y los engulle a los tres. Durante un segundo, la caverna al completo resplandece, casi se pueden ver sus confines. La energía hace que las piedras cambien de color, por un segundo todo es blanco… Y al segundo siguiente no hay nada, vuelve la oscuridad. Ya no hay Nansi, no hay Marh, no hay Merher.

Barlhar lo siente. Barlhar espera. Barlhar era el dios del conocimiento, Barlhar lo entiende. Nota como un peso se le quita de encima lentamente, como sus músculos relajan. Barlhar comprende lo que acaba de suceder y empieza a reír. Primero muy despacio, casi avergonzando, pero luego más y más fuerte hasta que rompe a llorar de las carcajadas. Se seca las lágrimas de los ojos y deja que la alegría vaya desplazando a la angustia. Se siente joven y renovado, con el futuro por delante.

«¡Nansi ha muerto!», se dice. «Hay mucho por hacer».

Espera a que el primer rallo de sol del amanecer ilumine el campamento y, entonces, sale de la tienda de Nansi. Sabe que le están esperando (y así es) sabe que han notado la misma convulsión que él (y así ha sucedido) pero también sabe que, al contrario que él, ellos no saben lo que pasa.

Los reúne a todos (y son miles) en una pradera cercana al campamento. Les mira a los ojos con emoción y alegría y les cuenta lo que sabe. Les dice que Nansi se ha sacrificado por la paz. Que ahora su energía está en cada uno de ellos, que Nansi habla con él y que puede llegar a hablar con cualquiera de ellos. Que Nansi es el más humilde de todos ellos, que es un ejemplo. Mientras hablar, nota como le van creyendo, nota el poder haciéndole cosquillas por todo el cuerpo. Hace lo que sabe: conecta con sus deseos. Les dice “querer a Nansi” cuando en realidad quiere decir “quererme a mí”. Nota que lo sabe todo, que ha sobrevivido. Que ya solo le queda un pequeño problema que resolver.

―Escuchadme ―les dice―. Nansi quiere la paz y nosotros seremos sus guerreros de la paz. Luchadores pacíficos, hermanos de una hermandad inquebrantable por la fuerza de Nansi. Llevaremos la paz a Gulf. Seguiremos el ejemplo de aquel que nos dio vida y sentido.

Y lo entienden, lo entienden tan bien que varios empiezan a brillar. Lo entienden tan bien que uno incluso condensa la energía de su cuerpo e imita a Nansi, trasciende, desaparece. Barlhar es el primer sorprendido: «Bombas humanas de amor». Sonríe. Piensa en Gulf. Sonríe más todavía.


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