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El Intercambio Celestial de Whomba, por Guillermo Zapata y Mario Trigo

En el País de Whomba los dioses sirven a los hombres, a cambio de que estos crean en ellos. Cada semana conoceremos un poco más de este mundo y aquellos que se encargan de mediar entre los habitantes de Whomba y los dioses, los encargados de llevar a cabo el “Intercambio Celestial de Whomba”. El autor edita la bitácora Casiopea. Las ilustraciones son de Mario Trigo.

Cuento decimoctavo: "Una posible batalla de Nasder"

Guillermo Zapata y Mario Trigo | 12 junio 2010



Es difícil saber si aquello sucedió de verdad. Casi todo el mundo cree que sí, y aquellos que no lo creen son tomados por locos; pero nadie conoce exactamente los detalles. Las historias se borraron como jirones de niebla, y las anécdotas tomaron categoría de leyendas. Los que pasaban por alli se contaron a sí mismos como héroes, y muchos de los héroes no volvieron a hablar de lo sucedido. Quizás por vergüenza, quizás por miedo, quizás porque no lo necesitaban.

La batalla de Nasder es un misterio irresoluble en sus detalles. Lo único que la historia da por cierto es que las tropas acaudilladas por Gonz perdieron la batalla. Poco más. El resto son habladurías.

Hay quien dice que un traidor infiltrado entre los malditos de Gonz consiguió abrir las puertas de la empalizada principal para dejar pasar al ejercito de Rhom. Hay quien dice que esto es imposible, que las puertas de la empalizada estaban selladas con la magia que los malditos habían desarrollado. Otros comentan que dicha magia fue inútil ante el poder del dios Rhom, que ante su mirada los diablos caían fulminados, que nunca antes en Whomba se había visto a un Dios caminar así entre mortales, con la espada llameante y la armadura dorada manchada por la sangre de sus enemigos.

Otra historia que algunos contaron un tiempo, y que otros llegaron a escribir, es que no hubo una gran batalla entre dos fuerzas regulares, que no hubo choque de ejércitos, que Gonz salió sólo a defender a los suyos y se enfrentó cara a cara con Rhom. Que Rhom no llebaba armadura, sino que andaba con el torso desnudo lanzando insultos y desafiando a los malditos a enfrentarse a él como emperador delegado en la defensa de Whomba. En esta versión tampoco había espada, Rhom portaba un enorme martillo de guerra ceremonial.

Si bien todas las teorías coinciden en que Rhom venció finalmente a Gonz, el combate en sí permanece sepultado en la memoria de quien estuvo allí, y esas personas ya han muerto. El telar del tiempo ha filtrado hilos inconexos, que no permiten tener una conclusión clara de lo sucedido. Quizás, como cuentan algunos, el combate entre los dos duró días, la maestría mágica de Gonz puso al dios Rhom en problemas hasta que, en el último momento, un error de cálculo dio con la cabeza del diablo contra el suelo, rompiéndose como un coco.

Otra posibilidad es que Rhom venciera sin problemas el combate. Con un leve movimiento de su muñeca, aplastó a su enemigo y demostró la superioridad moral y física de los dioses sobre los diablos recuperando la confianza de los habitantes de Whomba para siempre, pero permitid que, tal y como Whorde dejó escrito en uno de sus diarios, contemos la historia que el primer narrador recuerda haber oído, supuestamente, de la boca del dios Mighos.

Según esta versión, sí que hubo combate entre las fuerzas de Gonz, y aquellas que venían capitaneadas por Rhom. Los malditos se enfrentaron a los “leales a Whomba” (así se llamaban) en las afueras de la empalizada que rodeaba Nasder. Allí mataron y murieron unos contra los otros. La pelea estaba tan igualada, que en un momento dado el Dios de la guerra, ataviado efectivamente con su ropa de combate, el pecho al descubierto y martillo de guerra en mano, que hasta ese momento se había mantenido alejado en una posición estratégica dirigiendo las escaramuzas de los suyos, propusiera resolver el combate con una pelea entre el mismo y aquel campeón que los malditos eligieran. Los malditos aceptaron ante la posibilidad de luchar contra un Dios, con la idea de que, si vencían, no sólo habrían ganado esa batalla táctica, sino también la guerra por el corazón y las mentes de los habitantes de Whomba que era, al fin, de lo que se trataba.

Gonz se presentó en el campo de batalla con su magia como única arma… Pero ignorante de algo que el dios Rhom había descubierto y que le llevó finalmente a la muerte. Rhom se había dado cuenta de que en aquellos puntos en los que los diablos permanecían juntos, su magia era más poderosa, mientras que en el momento en que dispersaban, la magia empezaba a disgregarse. Cada individuo con poder tenía una cantidad limitada del mismo que, en resonancia con la de sus compañeros de batalla, producía un poderoso arma, pero por separado era casi inútil.

Gonz ignoraba todo aquello. Había dedicado su tiempo a juntar a los suyos, a conquistar y guerrear, a hacer lo que Nanna le había pedido, despistar a los dioses para que Celis pudieran infiltrarse en la biblioteca de Ghizan. No pretendía que sus acciones pudieran extenderse en el tiempo, y no se había preocupado por aprender y desarrollar su poder, más allá de su potencial ofensivo, que percibía mayor cuantas más personas se unían a su causa. Por otro lado, Gonz, así lo cuenta Whorde, era sólo un hombre atenazado por una guerra que, quizás, se le iba de las manos. Había visto a uno de sus mejores amigos morir bajo las balas de Loona, había visto como la batalla destruía a muchos de sus nuevos compañeros y, simplemente, quería acabar con aquello. Otra opción, apunta Whorde, es que fuera alguien orgulloso que quería la gloria de la lucha contra Rhom, y no pensó las consecuencias. La última posibilidad es que fuera simplemente, aquel que los demás había elegido para hacer algo.

Despojado de su poder real, el combate entre Rhom y Gonz fue un paseo triunfal para el dios de la guerra, que no se limitó a matar al campeón de los malditos, sino que le golpeó y magulló hasta verle de rodillas, con el cuerpo ensangrentado. No pretendía que Gonz le pidiera una clemencia imposible, pero sabía que los ojos de Whomba estaban sobre él. Sabía también que las leyendas estaban colocando a los malditos en el mismo terreno que los dioses, y eso no podía consentirse. Por eso, siempre según la versión de Whorde, lo último que Rhom gritó antes de descargar su martillo con el cuerpo magullado de Gonz fue: “Sólo eres un hombre”.

Whorde dice también que, en algunas versiones de la historia de una fiabilidad escasa, pero bien protegidas en bibliotecas secretas, después de que Rhom dijera eso, y antes de morir, las últimas palabras de Gonz fueron: “Tú también”.

Sobre lo que sucedió después no hay dudas, pues está bien documentado: Rhom y los suyos entraron en el templo de Nasder y permitieron vivir a todos aquellos malditos que renunciaran a su poder y volvieran a rendir pleitesía a los dioses, que aquellos que no lo hicieron fueron quemados vivos en la llanura exterior de Nasder.

El Cadáver de Gonz se ató a un palo, y estuvo allí durante un ciclo completo con todas sus lunas. Los niños se divertían tirándole barro y piedras. Luego, cuando el olor a muerte y desomposición empezó a atraer a las alimañas, descolgaron el cadáver y también lo quemaron.

Cuando Rhom salió del templo, antes de encender la tea que iba a quemar a todos los malditos que no aceptaron sus condiciones, le mostró a su ejercito algo que traía delicadamente en sus manos: un bebé. Tal y como habían presagiado las profecías de Fregha, de esta batalla nacería un elegido. Alguien que restauraría el equilibrio entre dioses y hombres. Alguien designado por las estrellas. Ese alguien era ese bebe. Una niña recién nacida.

Otra historia cuenta que Rhom entró en el templo y encontró a una mujer pariendo en una de las salas. Dicen que la mujer le pidió que no la matara hasta que hubiera parido a su hija y que Rhom permitió que así fuera. Esa historia dice que Rhom esperó a que el bebé llorara por primera vez para atravesar el cuello de la mujer con una daga, que ni siquiera dejó a la madre mirar a los ojos de su hija una sola vez.

Según esa historia, mientras la mujer paría, Rhom le preguntó su nombre. Ella solo dijo: “Brutha”.

El templo de Nasder había estado en poder de los malditos durante dos ciclos completos. Dos cosechas… Pero como bien sabemos hoy, y esto es bien seguro, la historia de los malditos no se conoció en Whomba hasta mucho después… Porque no sólo fueron asesinados, no sólo fueron perseguidos, no sólo cayeron en batalla. También fueron borrados de la Historia y condenados al olvido.

Es el precio que se paga por desafiar a los dioses.


Comentarios

  1. Pepo [jun 16, 15:04]

    Esta sección es muy grande, a ver si algún día se convierte en libro

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