7. El secuestro

Como bien dije antes, Cuba estaba plagada de ratas y ratones, y mi padre comenzó a poner millones de trampas para acabar con ellos.

Nuestros primeros días allí fueron algo complicados; por si no lo sabéis, es muy difícil acostumbrarse a vivir en otro país donde se habla otro idioma y aún encima está lleno de trampas para ratones, había que tener mucho cuidado de donde ponías los patas.

Un día después de ir a conocer la ciudad, cuando llegamos a casa cenamos una pizza de anchoas y estuvimos charlando, luego nos fuimos a dormir.

De pronto me desperté a medianoche. Tenía mucha sed (quizás por las anchoas). De repente, se oyó un ruido y un quejido…

Me levanté y recorrí las habitaciones una a una para asegurarme de que todos estaban bien, pero cuando llegué a la habitación de Tom… ¡estaba vacía! ¿Dónde se había metido mi amigo?

Al lado de la ventana, que estaba abierta, había una carta que decía:
“HEMOS RAPTADO A TU AMIGO.
NUNCA VOLVERÁS A VERLE”.
Firmado: LAS RATAS

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¡HABÍAN SECUESTRADO A MI AMIGO TOM!
Alerté a todos de que Tom había desaparecido y empezamos a buscarle por todas partes, pero en vano.

Al final, después de estar buscándole durante toda la noche, decidimos irnos a descansar.

Cuando me dirigía a casa, muy cansado, llegué hasta una calle que no conocía y me fijé en una rendija; entonces me di cuenta de que llevaba a las alcantarillas.

En ese instante me vino a la cabeza la carta de los ratas, y también que las ratas viven en las alcantarillas.

Mi instinto felino me hizo adentrarme en la profundidad más oscura y tenebrosa.
Estaba solo. O no tan solo, porque… de pronto, escuché el sonido de unos pasos, era el andar de alguien pequeño. ¿Quién sería?