Pequeño LdN


Con las cosas de comer, por Miguel A. Román

Cocinar no es un juego. Lo que hagamos aquí vamos a comérnoslo; así que mucha atención, disciplina, buen gusto y ganas de trabajar. Cada quince días una historia y una receta que podéis preparar vosotros mismos. A cocinar.
El autor de esta sección participa en Libro de Notas con una sección de cocina y otra de lengua.

Tyropatina: Un postre romano

Miguel A. Román | 19 marzo 2011

Antes que nada ¿habéis felicitado a papá? ¿Y a todos los Josés, Josefas, Josefinas, Pepas y Pepes que conozcáis? ¿Sí? Bien, entonces vamos al lío…

Marco Gavio Apicio vivió hace 2000 años en la Roma de los emperadores. No sabemos mucho de él salvo que era famoso por la exquisitez de su comida. Se dice que inventó el foiegras, que cruzó el Mediterráneo buscando los mejores langostinos y que llegó a gastar toda su fortuna en adquirir los manjares más deliciosos.

Podría ser el autor de uno de los primeros libro de recetas de que se tiene noticia: El arte de cocinar. En este libro aparecen muchas recetas de aquella época, la mayoría complicadas y con unas mezclas de ingredientes que hoy nos repugnarían, pero otras son bastante sencillas y muy parecidas a las actuales; por ejemplo, la tyropatina. ¿Habéis comido alguna vez tyropatina?

Esta antigua receta está escrita en latín, y dice así: Tyropatina: Toma leche, la cantidad que calcules para este plato, mézclala con miel hasta endulzarla. Pon cinco huevos para medio litro, o si es un cuarto de litro, tres huevos. Disuélvelos en la leche hasta que se hagan una sola cosa. Cuélalo en un cuenco de barro cocido y cocínalo a fuego lento. Cuando se cuaje, espolvorea de pimienta y sírvelo.

Lo que no me pega es la pimienta (tengo que probarlo un día), pero esto es una receta de la Roma antigua y aquellos señores no tenían azúcar, sin azúcar no se puede hacer caramelo y si le pones caramelo en vez de pimienta lo que tienes es, sencillamente, ¡un FLAN! De huevo y leche, claro.

Así que el flan es un postre dulce cuya receta prácticamente no ha variado desde hace milenios. Ni falta que hace, así es sencillo y está muy rico.

Personal:
– 1 ó 2 Infantiles (más de 10 años)
– 1 adulto

Ingredientes:
– ½ litro de leche
– 5 huevos (y mejor si añadimos dos yemas más)
– 200 gr de azúcar (100+100)
– Zumo de medio limón
– Vainilla (mejor en vaina, pero vale en polvo)

Materiales:
– Batidora o brazo batidor
– Horno
– Cuenco o vaso batidor para batir
– Flanera o molde resistente al horno (mejor dos medianos que uno grande… y mejor todavía cuatro pequeños). Los moldes tradicionales eran de aluminio, pero hoy los hay de silicona, e incluso moldes desechables.
– Fuente para baño maría
– Cazo
– cuchara o espátula de madera
– colador fino

Como dice la receta antigua, primero endulzaremos la leche y le daremos sabor poniéndola al fuego con 100 gr de azúcar y media ramita de vainilla (o media cucharadita de vainilla en polvo), removiendo todo el rato y retirándola del fuego justo en el momento en que vaya a hervir.

¡Cuidado!:
La leche hierve “de repente”, hace mucha espuma y se derrama. Hay que vigilarla todo el tiempo y retirarla rápidamente en cuanto notemos que va a “subir”.

Dejamos la leche enfriando mientras ponemos el horno a “precalentar” a 120ºC y hacemos el caramelo.

Ponemos en un cazo la otra mitad del azúcar y el zumo de limón, y vamos calentando a fuego medio y removiendo con la espátula. Veremos que el azúcar empieza a disolverse, se hace líquido y toma color marrón, más concretamente color “caramelo”. Apagamos el fuego y ponemos el caramelo en el molde, moviendo éste hasta que se cubra todo el fondo.

¡Cuidado!:
No dejadlo quemar (se pone negro), pues quedaría amargo. El caramelo puede parecer apetitoso, pero no lo toquéis ni lo probéis con la cuchara: QUEMA MUCHO.


Recuerda:
Puede hacerse con unas gotas de agua en vez de con limón; pero el limón contiene un ácido que hace que el caramelo endurezca menos, pues disuelve las moléculas de azúcar creando algo llamado “azúcar invertida”.

En batidora batimos bien los huevos y añadimos la leche (que ya estará tibia, nunca caliente pues cuajaría los huevos) pasándola por el colador para que retenga los restos de vainilla. Mezclamos bien otra vez y echamos la mezcla en los moldes, colando otra vez por si algo de huevo se ha quedado sin batir.

Mediamos una fuente con agua y ponemos las flaneras dentro. El agua debe llegar cerca del borde de las flaneras (así que, si hace falta, añadimos más agua). Y, con cuidado de no derramar nada y de no quemarnos con el horno, abrimos este y ponemos la fuente en una bandeja a media altura.

Cerramos el horno y lo dejamos hacer al menos 45 minutos. Pasado este tiempo abrimos y pinchamos con un alambre y, si sale limpio, ya está bien cuajado. Y si no, 15 minutos más debieran bastar.

Ahora solo es cuestión de sacarlos del horno, dejarlos enfriar un rato en el mismo agua del baño maría y llevar a la nevera, bien sea ya desmoldados sobre un plato o en su mismo molde y sacar unos minutos antes de comer (no está bueno demasiado frío). Podemos ponerle un poco de nata montada (a mi no me gusta), o bien, claro, hacer como los romanos: ¡probarlos con pimienta! (puaj).


Comentarios

  1. ierjirf [abr 9, 13:56]

    muy rico

  2. hugo morales [dic 23, 14:34]

    umm que rico lo sasones utilizados en tan rico postre, que delicia por dios santo comprare flan para hoy en la tarde, feliz navida 2014 chicas y chicas.

  3. Cristel [ene 24, 13:54]

    Los romanos no conocían la pimienta, esta fue introducida a Europa por Marco Polo, varios siglos después. Pero “petos” puede referirse a jengibre

  4. Miguel A. Román [ene 26, 02:25]

    No, Cristel. Occidente conoce la pimienta ya desde Alejandro Magno. Los romanos la obtenían a través de Egipto, donde la llevaban comerciantes árabes que navegaban desde la India.
    Plinio el Viejo, en Historia Natural, le dedica a la pimienta un capítulo entero (cap. 14, libro XII)

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