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Con las cosas de comer, por Miguel A. Román

Cocinar no es un juego. Lo que hagamos aquí vamos a comérnoslo; así que mucha atención, disciplina, buen gusto y ganas de trabajar. Cada quince días una historia y una receta que podéis preparar vosotros mismos. A cocinar.
El autor de esta sección participa en Libro de Notas con una sección de cocina y otra de lengua.

El alimento de la doncella

Miguel A. Román | 19 junio 2010

Shiva es el más poderoso de los dioses hindúes (eso tiene más mérito todavía si tenemos en cuenta que el hinduismo reconoce miles de dioses). Cuentan que un día Shiva creó a una mujer, una joven bellísima y de encantadores modales, que recibió el nombre de Retna-Dumila, que significa “joya deslumbrante”.

El caso es que Shiva terminó por enamorarse de Retna-Dumila y le pidió que se casara con él. La joven rechazó la divina oferta, pero él insistió una y otra vez, hasta que por fin, harto de que le diera calabazas, Shiva reunió al consejo de los dioses y les convenció de que aquella mujer perfecta debía de ser su esposa.

Los dioses estuvieron de acuerdo y obligaron a Retna a contraer matrimonio con Shiva. Pero Retna puso una condición: Shiva debía entregar a su pueblo un alimento que siempre agradara a los hombres y nunca se cansaran de él. Para satisfacerla, Shiva envió a sus emisarios a todos los rincones del planeta, que volvían con alimentos de todo tipo; Shiva ordenaba que se los entregaran a los humanos y éstos los acogían con interés… pero pasados unos días terminaban por aburrirles.

Obligada a casarse y sin que su esposo pudiera cumplir su promesa, Retna-Dumila iba languideciendo y sumiéndose en una profunda melancolía, hasta que al final la preciosa muchacha murió de tristeza. Shiva, desconsolado, la hizo enterrar con grandes honores y decretó que un cuerpo de guardia vigilara permanentemente su tumba.

Pasados cuarenta días, el jefe de la guardia informó al dios de que una extraña planta había brotado en la tumba de la princesa. Shiva comprobó que así era y ordenó a los soldados que cuidaran aquella planta y le avisaran de cualquier cambio. Transcurrieron cuatro lunas y los soldados comunicaron a Shiva que algo sucedía en la planta: se formaron unas suaves espigas y de cada una brotaron unos granos menudos y blancos como perlas.

Shiva llamó a aquellas semillas parí, arroz, comprendió que eran el alimento que su añorada Retna-Dumila deseaba y entregó los granos al pueblo para que lo cultivaran y se alimentaran de él, quedando siempre satisfechos y no hartándose jamás.

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Lo cierto es que, leyenda aparte, el arroz es el alimento diario para centenares de millones de personas en todo el mundo, especialmente en Asia; pero también en el resto de los continentes existen decenas de recetas de arroz, muchas de las cuales son famosas como la paella valenciana, el pilaf persa o nuestra receta de hoy, de origen chino: arroz tres delicias.

Personal:
– 1 ó 2 alevines (más de 8 años)
– 1 adulto

Ingredientes:
– 1 vaso de arroz (para esta receta es mejor un arroz vaporizado; para los muy exigentes, buscad un arroz thai llamado “jazmín”).
– 150 gr. de jamón cocido en lonchas gordas
– 3 huevos
– 150 gr. de gambas peladas (congeladas)
– 1 latita de maíz dulce
– 2 zanahorias
– 100 gr. de guisantes (lata o congelados)
– Salsa de soja
– Aceite de oliva
– Sal

Materiales:
– Sartén plana
– Sartén grande y honda (o, mejor, wok)
– Cacerola
– Cacillo
– Cuchara de madera
– Escurridor de verduras (resistente al agua hirviendo; si no hay, un colador grande)
– Cuchillo para pelar – Tijeras o cuchillo para cortar

Comenzamos:
(Antes que nada, los ingredientes que estén congelados habrá, claro, que descongelarlos, preferente dejándolos unas horas a temperatura ambiente).

Primero preparamos una tortilla simple: batimos los huevos y en los echamos en una sartén ancha con muy poquito aceite caliente, dejamos que se cuaje a fuego suave y con una espátula levantamos un borde y la plegamos. (No, no me he olvidado de la sal: si queréis le ponéis un pellizquito de sal fina a los huevos, pero como luego irá todo mezclado, no hace falta).

Apartamos la tortilla y preparamos las verduras: en un poco de agua con sal ponemos las zanahorias peladas (se pelan mejor con un cuchillo de pelar) y los guisantes, durante 15 minutos y luego se les escurre el agua.

A continuación vamos a hervir el arroz. Pondremos bastante agua (un litro o más) en una cacerola honda con un puñadito de sal gruesa; cuando arranque a hervir echamos dentro el arroz y lo dejamos hasta que esté hecho (normalmente unos 10 minutos, pero como depende del tipo de arroz, será lo que indique el paquete).

Recuerda:
Hay distintas costumbres para hervir el arroz. En España e Hispanoamérica lo común es usar el agua justa para el arroz (3 ó 4 veces más agua que arroz), pero en Extremo Oriente el arroz se hierve en mucho más agua que luego se escurre.

Durante el tiempo que hierve el arroz cortamos a trocitos pequeños el jamón, la tortilla y las zanahorias. Pueden usarse unas tijeras que os permitirán cortar trozos más pequeños sin que los dedos corran riesgo.

Cuando esté el arroz lo echamos en el escurridor para quitar el agua y quedarnos solo con el arroz.

En sartén honda ponemos unas cucharadas de aceite y lo llevamos a calentar a fuego medio. Ponemos ahí las gambas y las “salteamos”, es decir las vamos friendo con ese poquito de aceite mientras removemos con una cuchara de madera. Las gambas crudas tienen una cierta trasparencia, cuando la pierdan y se vena blancas es que ya están hechas. Añadimos entonces el arroz y seguimos removiendo, friendo el arroz con las gambas un par de minutos.

¡Cuidado!:
Hay que remover con suavidad y constancia, sin bruquedades para no echar arroz por fuera, y siempre sujetando con otra mano el mango de la sartén. Se usan cucharas de madera para no arañar la superficie de la sartén.

Luego echamos en la misma sartén un chorrito de salsa de soja al gusto (cuidado, es muy salada), los guisantes, los trocitos de zanahoria, jamón y tortilla y el maíz dulce, revolviéndolo todo hasta que quede bien mezclado. Apagamos el fuego y listo para servir.

Es mejor servirlo en cuencos o tazones y se come con tenedor, pero la mejor sensación de unión con la comida se obtiene comiendo con palillos chinos, que son un poquito difícil de manejar. Hay que comerselo todo, no es educado rebuscar las “delicias” y apartar el arroz, despreciando el sacrificio de la bella Retna-Dumila.


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