Pequeño LdN


Con las cosas de comer, por Miguel A. Román

Cocinar no es un juego. Lo que hagamos aquí vamos a comérnoslo; así que mucha atención, disciplina, buen gusto y ganas de trabajar. Cada quince días una historia y una receta que podéis preparar vosotros mismos. A cocinar.
El autor de esta sección participa en Libro de Notas con una sección de cocina y otra de lengua.

El alimento de los dioses

Miguel A. Román | 10 abril 2010

Quetzalcóatl miraba a los hombres desde su morada en el lucero vespertino. Compungido, comprobaba que los hombres no eran felices; envueltos en el trabajo, el sufrimiento, el dolor, la enfermedad y la muerte, los hombres carecían de consuelo, ignoraban el placer.

Quetzalcóatl, serpiente con plumas, buscó en torno suyo, entre los privilegios de que gozaban los dioses. ¿Qué podría llevar a los hombres que aliviara su existencia? Decidido, echó mano de un puñado de oscuras almendras y, deslizándose por un rayo de luz, llegó a la tierra, al país de los toltecas, México. Aquí mudó su aspecto al de un ser humano, apareciendo ante los habitantes como un varón hermoso, de piel clara, alto y rubio, con vello en el rostro y vestido con un tejido brillante, tan distinto a los indios toltecas que inmediatamente intuyeron que aquel ser era sobrenatural.

Quetzalcóatl plantó las semillas que traía consigo y de allí brotó el queachahuatl, el árbol del cacao, y pidió a su hermano Tlaloc que lo regara con la lluvia y a su amiga Xochiquétzal que lo hiciera florecer y dar frutos.

Y el dios enseño a los indios a cultivarlo, extraer las semillas, tostarlas y molerlas en polvo, y luego batirlo en agua tibia hasta que quedara espumoso. Y a la bebida la llamaron xocolatl, agua amarga, chocolate. Y era buena: fortalecía en las tareas, aliviava el alma y alegraba el reposo.

Pero los otros dioses se enfurecieron al ver que Quetzalcóatl había entregado a los humanos el alimento que a ellos les estaba reservado; y para vengarse enviaron al astuto Tezcatlipoca que disfrazado de mercader engañó a Quetzalcóatl, dándole a beber el licor llamado tlachihuitli o pulque y, embriagado, empezó a bailar y a decir tonterías y se puso en ridículo delante del pueblo.

Cuando recobró el sentido se sintió excluido de entre los dioses y repudiado por los hombres que habían olvidado todo el bien que les trajo y solo recordaban la vergüenza, y vio con tristeza que los árboles del cacao se habían secado. Despechado y afligido, regresó a la estrella que aparece sobre el mar hacia oriente; pero antes de partir, junto a las playas de Tabasco, abrió su mano y dejó caer las últimas semillas de cacao, y allí germinaron y crecieron para quedarse para siempre con nosotros.

Muchos años más tarde, en el mismo punto de la costa por donde Quetzalcóatl había partido, desembarcó un hombre llegado de más allá del oceano. Era pálido, alto, rubio, barbado y vestido de rutilante metal bruñido. Dijo llamarse Hernán Cortés… pero esa es otra historia.

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¿Os gusta el chocolate? (Dicen que 9 de cada 10 personas afirman que les encanta, la décima miente) Pues hoy vamos a preparar unas “trufas de chocolate”.

Personal:
– 1 ó 2 Benjamines (a partir de 6 años)
– 1 Adulto

Ingredientes:
– 250 grs de chocolate para fundir
– 100 grs de azúcar en polvo (glass, impalpable,…)
– 2 cucharadas de nata líquida 32%MG (o 1 cucharada de mantequilla)
– Cacao puro en polvo (o cacao soluble para leche)

Material:
– 1 cuchara o espátula de madera
– Cuenco de metal o cacillo.
– Cazuela de mayor diámetro que lo anterior.
– 1 cucharilla de postre
– 1 plato ancho
– 1 plato para servir

Comenzamos:
Para fundir el chocolate lo partimos en trozos pequeños (si está muy duro, ayudarse de un cuchillo) y lo mezclamos en el cacillo con la nata. Preparamos un “baño de maría”: ponemos un poco de agua en la cazuela y la ponemos a calentar al fuego, cuando empiece a hervir bajamos el fuego al mínimo y ponemos el cacillo con chocolate dentro del agua, que solo moje el fondo.

Inmediatamente el chocolate empezará a derretirse y deberemos remover, con suavidad, con una cuchara de madera o material plástico especial.

Recuerda: Esta técnica de “baño de maría” es importante para que el chocolate no se caliente demasiado. El chocolate para fundir es una mezcla de polvo de semillas de cacao y manteca de cacao. No lleva leche ni azúcar.

¡Cuidado!
Siempre usamos las dos manos: una para remover y la otra para sujetar el cacillo por su asa. De otra forma el cazo dará vueltas y además corremos el riesgo de verter el agua. Recuerda bajar el fuego al mínimo posible para que el agua no hierva con fuerza.


(Alternativa: Podemos derretir el chocolate en microondas en un cuenco de cristal: un minuto (potencia 900W) y remover (cuidado de no quemarse con el cacharro que usemos); si tras remover quedan trozos por derretir podemos volverlo al microondas la mitad del tiempo).

Cuando esté completamente derretido lo retiramos del fuego y añadimos el azúcar mezclando muy bien. Según mezclamos se irá endureciendo y oscureciendo, resultando al final una masa pegajosa, que es exactamente lo que queríamos.

Lo dejamos enfriar unos minutos al aire (no en nevera, porque se endurecería demasiado).

Cuando se enfríe preparamos un plato llano con unas cucharadas de cacao en polvo. Con una cucharilla de postre vamos tomando porciones de chocolate y, con los dedos y entre las palmas de las manos (bien limpias), le damos forma de bolitas del tamaño de una nuez; cada vez que hagamos una la haremos rodar sobre el cacao para que se recubra de una capa del polvo, y las depositamos en el plato para servir. Al final, el cacao sobrante lo espolvoreamos sobre las trufas que hayamos hecho.

También podemos emplear, en vez de cacao en polvo, almendra en trocitos y tostada (la venden ya preparada).

Ahora lo dejamos en un lugar fresco (o nevera), una hora y, listos para degustar el alimento de los dioses mexicanos.

Licencias de imágenes:
Arbol del Cacao, Auth. QuintanaRoo, Lic. Creative Commons, Fuente: Flickr
Semillas, Auth. Wilfredor, Lic. Creative Commons, Fuente: Wikipedia
Quetzalcóatl, Auth. Desconocido, lic. Dominio público, Fuente: Código Borbónico (Wikipedia)
Preparación e ingredientes. Auth: Miguel A. Román, Lic. Creative Commons, Fuente: Miguel A. Román

Comentarios

  1. Jorge [abr 10, 18:02]

    que son benjamines?

  2. Miguel A. Román [abr 10, 20:16]

    Buena pregunta, Jorge. No todas las recetas me parecen aptas para las habilidades de todos los chicos y chicas de cualquier edad, y Pequeño Libro de Notas es leído por gente de muchas edades; así que me he permitido clasificar cada receta según la aptitud aproximada de la edad, usando una escala como la siguiente:
    Benjamín, de 6 años o más
    Alevín, de 8 años o más
    Infantil, de 10 años o más

    Naturalmente, si algún chaval se siente capaz de ayudar en la receta, sea cual sea su edad, será bienvenido en la cocina.

    Aparte de eso, “benjamín” se le llama al hijo menor de cada familia, en recuerdo del hijo menor de los 12 que tuvo Jacob en la Biblia.

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